La blanca luminosidad que el temprano día irradiaba aclaraba el cuarto, descubriendo todo lo oculto que este escondía.
La hora de partir había llegado pues el día se aclaraba al pasar los minutos.
Desperezándonos salimos por la amarronada puerta que al ser abierta nos abofeteó las adormecidas caras con un golpe frío, una ventisca matutina, clásica invernal.
Los pasos eran duros e inércicos, ninguno miraba el camino, la vista estaba focalizada el uno con el otro.
Era temprano, el sol todavía no aparecía y las grisáceas nubes del comienzo diurno todavía no se marchaban, haciendo que las ganas de una confortable cama fueran inmensas, una manta, un poco de calor.
Deje de sentir la nariz al entrar en la segunda cuadra, mis dedos, congelados hacía rato, se movían por dentro de los bolsillos de la azulada campera como para no perder el poder de movilidad.
La bufanda parecía estar hecha de papel pues mi cuello estaba rígido como una tabla y ninguno de los sweaters, remeras ni campera parecían poder calentar mi pecho, que recibía los golpazos del viento y del invierno como si estuviera descubierto.
Pero nada importaba, porque ella caminaba a mi lado.
Su belleza irradiaba la calle, hacia que el frío se sintiera menos, me llenaba.
Un gorrito negro protegía su cabeza del invierno, dejando caer sus mechones rubios por debajo de este, mostrando la luz que su pelo tenía.
Su cara, adormecida pero perfecta, me devolvía la mirada de vez en cuando acelerando mi corazón cuando los ojos se encontraban ,a medida que los pasos se sucedían y nos acercábamos al lugar.
Comenzamos a recorrer un puente, tan gris como la mañana. A sus costados agua, tan calma que parecía una verde pileta, el frío la castigaba.
Mi mirada la seguía, ella, con su gracia natural caminaba despreocupada, sin saber que me alegraba la vida.
De repente, un rayo corto el tenue cielo, abriéndose entre las nubes, un potente sol amarillento. Ella giro su cara hacia mi, regalándome una sonrisa, desde el fondo, el sol irradiaba su contorno..
..te queda bien el sol..