24 de noviembre de 2016

el acuario

“Todo sigue igual de bien” es la frase con la que me despierto esa mañana, otra vez en una cama desconocida, con la boca pastosa por el gin y la mezcla de salivas. Casi que escucho la voz rasposa del Pity Alvarez pronunciando con la simpleza del que entiende las líneas de esa canción que en cada viaje cantamos con el hermano que me dio la vida pero no la sangre.
Sábanas blancas, aire acondicionado en 18 y una rubia de la que no recuerdo ni el nombre al lado mío, despatarrada en un sueño profundo y dócil, esos en los que navegás una vez que te sacaste todo lo adentro, la mochila y los pudores, y lo tiraste en un mordisco de carne. Sigiloso pero sin demasiada importancia, camino hasta el baño esquivando la ropa que nos arrancamos horas atrás, furiosos por el pasado, temerosos del futuro y náufragos de un presente esquivo y con gusto a poco, que intentamos llenar con nosotros mismos. El espejo me devuelve la imagen de alguien que está aprendiendo a respirar, cansado por las corridas pero con ojeras tatuadas que lentamente se van desdibujando a medida que la presión de la rutina se diluye y el placer de la nada entra: saber soltar cura todo (hasta la piel).
Encuentro el bóxer bajo una pila de cosas pertenecientes a una vida que no voy a conocer pero en la que, durante unas horas, fui actor principal. Me visto en los pies de la cama, prendo un pucho y me pierdo entre volutas de humo bailar, filosofando sobre la liquidez de las relaciones actuales, el tiempo y todos esos existencialismos que por años leí para intentar comprender un mundo abstracto y distante, hasta que me doy cuenta que la verdad  no existe, los filósofos son pensadores por un cheque y los lazos carecen de catálogo; las personas van por la vida buscando algo sin saber que encontrar.
El sol pega fuerte en el país azteca, la luz es más clara, la cocaína más fácil y la gente más cálida, producto de una historia cruda llena de sangre y sudor (las lágrimas se las queda su primo cool del norte, detrás del muro que el magnate va a hacer construir con el dinero de su fuerza de trabajo e impuestos). Es mi último día en el paraíso, mañana estaré entre vuelos y fuera de tiempo, perdido en los cambios de horario para llegar a casa, sitio al que desde hace rato no siento hogar. Me desvío en las callecitas de esa ciudad de contrastes en las que se levantan resorts y agachan pobres con la misma facilidad y velocidad. Observo y guardo los valores, olores y sabores que voy metiéndome en el cuerpo, especialmente hoy, hoy que estoy solo, hoy que puedo volver al silencio cristalino que busco esos días en los que las ideas pesan y el pecho se cierra.
Me siento en la cafetería gringa por excelencia (esa que te permite personalizar la bebida y sentirte un individuo porque una cajera a la que le pagan 9 dólares la hora te llama por tu nombre de pila) a escribir y mirar el mundo pasar, cuando la veo. Silueta dibujada, mirada adolescente y andar despojado, una modelito en potencia de piel trigueña que levanta los ojos y sonríe con las pupilas.
Click.
Se pone al final de la fila para pedir su frappuchino y me paro al lado (necesitaba un refill de todos modos), estudiando sus movimientos e imperfecciones. La cajera hace un mal chiste, la chica se ríe y recojo el guante, metiendo en el momento exacto un bocadillo preciso con pulso de cirujano: gol de media cancha. Fue mi tío (que estuvo cuando chico y con los años se terminó transformando en un fantasma de navidades pasadas y recuerdos que me hacen sonreír) el que me dijo, cuando yo tenía 8 o 9 años, una frase que me quedó grabada en la memoria para toda la vida. “Tomasito, es todo cuestión de timing”. Yo, que era gordito y aniñado, me quedé mirándolo pensando en qué sería el timing, que para mí sonaba a algo raro, lejano y adulto. Pasaron años de gimnasia y golpazos hasta que comprendí la posta que me había tirado.
Timing, las cosas se definen por el momento, el instante, el segundo; así de finito y volátil es todo.  
-No sos de acá vos, tenés olor a otoño-dice mientras le pone canela encima al café, indiferente pero sutil-. Eso diría mi abuela: la gente de playa tiene olor a mar.
-¿Y vos qué dirías del otoño?
-Es el momento más estético pero más nostálgico del año, siempre me gustó el otoño, es confortable.
Su voz es un susurro cargado de franqueza y vergüenza por la certeza de haber sido demasiado sincera con un completo desconocido. Fascinada por aquello que no sabe por qué exactamente pero le hizo pronunciarse de forma más libre de la que suele hacer.
-Es bueno saber que te recuerdo a algo confortable-respondo atento, claramente hay más de lo que se ve y muestra-. Me voy tranquilo sabiendo que alguien me observó así.
Caminamos juntos hasta la puerta, salimos y seguimos. Me pregunta quién soy, qué hago ahí y a dónde me voy. Las imágenes concretas me hacen vibrar los recuerdos y las respuestas se dan por inercia, mi mente sigue despierta pero las manos se cosquillean, hay algo en el tono que me hace pensar en Amor Amarillo, ese disco que escuché hasta el hartazgo y que me tira a un momento en el que me sentía en casa.
-Me quiero tirar sobre el pasto a mirar como gira todo.
-Vení-me responde confidente-.Yo te llevo.
Me agarra de la mano y empezamos a caminar, los preconceptos paranoicos del que vive en una ciudad tercermundista me dicen que es medio jugado que me esté dejando llevar por una desconocida en una ciudad donde los índices de afanos son más altos que en el Conurbano, pero no me importa. Callo a la conciencia por un segundo, hay algo en mis ojos que describen libertad y confianza. Llegamos a una laguna donde no hay un alma pero me siento acompañado, estoy bien y no quiero cambiar ni un poco.
-A veces me pregunto por qué las cosas que hoy me pasan son mejores que las de ayer, y sin embargo no las siento así-pronuncia casi para sí misma, con la mirada perdida en el agua-. Es como que extraño cosas que ni recuerdo.
-El tiempo se te escapa sin que te des cuenta, estoy cansado de despertarme y notar que ni me tomo 2 segundos para guardar lo que me pasa y no dejarlo pasar.
-¿Sos feliz?
-Creo que la felicidad es un conjunto de momentos en los que uno se siente pleno.
-No respondiste mi pregunta.
-Porque no tengo suficientes de esos momentos para darte un sí.
Entiende el concepto y me sostiene la mirada, atravesándome y mirándome como si fuese una radiografía.
-Yo tampoco.
Dejo que me agarre la mano.
-Nadie dice que es fácil.
El sol se mueve sigiloso pero seguro a medida que la tarde se abre y las horas pasan. Absortos y ajenos a un tiempo que no se detiene, seguimos desnudando nuestras verdades con la transparencia de esos que se aprecian de verdad. Creo que ni recuerdo la última vez que me abrí tanto, transito atado a una vida inconsciente que me hace mecer entre la satisfacción efímera de logros intangibles y el desconcierto capital que se genera al ver como los días pasan y la sensación de vacío incrementa; después de la euforia siempre viene el caos (bajar es lo peor).
-Tus ojos sonríen más de lo que crees-irrumpe repentinamente después de unos segundos de silencio perdido entre las olas-.Tenés esa seriedad del que ha pasado mucho, pero yo veo más allá.
Mi cuerpo permanece pero mi mente retrocede a mi adolescencia, ella sabe que ya no estoy, que me fui, pero no interrumpe la pausa, la observa, atraída por la ansiedad de saber a qué lugar me habré ido. Recorro el jardín de Acassuso, esas paredes que me acobijaron en los momentos de mayor felicidad y mayor tristeza, en las que viví el amor por primera vez en la piel y tuve la despedida más grande que hasta el momento tuve que soportar. Esa casa, que fue mi hangar, mi altar, me recibe con la puerta abierta. Pasarán años hasta que pueda desprenderme de ese recuerdo constante, esa zona de rombos que me recibe cuando la cabeza necesita desconectarse y bañarse en nostalgia.
El cielo se oscurece dando paso a una luna roja que tiñe todo y musicaliza las retinas con sabor animal. Caminamos envueltos en una conexión que no se puede comprar, y es verdad. Miro en mi teléfono la hora y cuento el tiempo que me resta hasta irme al aeropuerto, y repaso la experiencia vivida en las últimas semanas, en esta burbuja temporal que creé antes de explotar y mandar todo a la mierda. Suele ser duro aprender, especialmente a respirar.
-Dado que nos quedan minutos, y las chances son que no nos volvamos a ver nunca más, voy a decir algo con sinceridad bruta, y propongo que nos mantengamos así hasta que te subas al micro-le digo a modo de apertura-. Si no somos sinceros ahora, ¿cuándo lo vamos a ser?
-Sinceridad bruta-repite aceptando como un soldado.
-Odio haberte conocido mi último día y al mismo tiempo creo que es la mejor forma de terminar este viaje.
-No me sentí así en años-reconoce mirándose los cordones de los borcegos.
-No me quiero ir.
Acepta la caricia pero se siente como un golpe en la boca del estómago, ella tampoco se quiere ir. Nos despedimos en silencio y en medio de un abrazo digno de una película de Linklater, esos abrazos en los que 2 se mezclan en uno y te impregnás la nariz con el aroma del otro, como arrancándole un pedacito para llevártelo con vos; un robo blanco para guardarlo en la memoria.
La caminata de vuelta es con una media sonrisa desdibujada con letargo en mi cara, un contento gris de haber sentido algo que me hace saber que hay un pellizco ahí, donde pensé que estaba todo apagado. Me saco las ropas que ya no necesito y me tiro al lado de la pileta en un hostel vacío, en el que todos se fueron a un bar, boliche o la fiesta de turno, a la que en cualquier otra noche estaría participando. Mojo los pies en el agua y me recuesto a mirar el cielo sin pensar, recordando lo último que nos dijimos.
-Me siento un axolotl, como en el cuento de Cortázar ¿lo leíste?- asiento maravillado de que esté citando la historia que me hizo conocer la literatura argentina-. El personaje se transformaba en aquello que tanto lo desvelaba, y se terminaba mirando a si mismo detrás del vidrio del acuario. Hoy me siento así, rodeada de agua, mirándome casi sin reconocerme por lo cómoda que me siento.
-Hoy sos un axolotl.
-Hoy sí.
-Mañana ya no.



25 de octubre de 2015

letra chica

Te despertás con la extraña sensación de vivir en un país previsible, con reglas claras y números ordenados que te permitan planificar a largo plazo, quizás hasta –si el tatuaje noventoso de la fantasía importada del sueño americano aún late nostálgico en tu corazón dolarizado- imaginarte con la casa grande, los chicos y el perro Golden esperándote al volver del laburo. Esto, que parece un momento sacado de una mala publicidad de la familia kodak, es algo a lo que más de un argentino promedio aspira alcanzar en un futuro –con un poco de suerte- no tan lejano. Sin embargo, la calma y estabilidad no depende de nosotros, sino de 3 o 4 tipos que tomen las riendas del carnaval macroeconómico que viene gestándose desde el 2009 (siendo optimista) y ordenen un poco la fiesta, que en esta ocasión, verdaderamente no se sabe cómo se va a pagar.
Para esto, los gurúes nunca faltan, y más aún en tiempos de elecciones como los que nuestro deber cívico nos obliga a atravesar en este año tan particular como el 2015. Así, los 3 candidatos con más chances de ocupar el tan ansiado sillón de Rivadavia se reparten su escaso tiempo entre flashes, spots publicitarios que destacan por su creatividad y vacío contenido y sonrisas Colgate impuestas por sus cientos de asesores. Bajo la fiebre de poses y muletillas aprendidas de guión, dejan a sus especialistas económicos tomar cierto protagonismo porque, admitámoslo, nadie quiere ser la vedette de una obra sin público que pueda comprar sus entradas. Así reaparecen del placard de los recuerdos (algunos más lastimosos que otros) los esqueletos naranjas, amarillos y rojos. Todos con el verdadero secreto de la Sibarita, la solución magistral para el bolsillo peronista de un país que se mece en la indecisión pendular de putear a los yanquis por imperialistas y veranear en Miami.
El equipo del menemista devenido en progre que hoy lidera el espacio oficialista lo comanda Miguel Bein, reconocido asesor económico que suena como posible Ministro y se caracteriza por andar con muchas menos vuelta que sir Axel Kiciloff, demasiado ocupado demonizando a los malvados del norte y luchando contra esas aves conspiradoras que quieren voltear al único gobierno nac&pop por temor a su triunfo. Bein apunta al concepto de desarrollo para despegarse del curso actual que ha tomado el relato k, y habla de reorientar el foco hacia un énfasis en la inversión y no en el consumo: una manera educada de marcar el error conceptual que ha devenido en la crisis actual. Reconoce la inflación como una de las preocupaciones más serias a las que se tendrá que abordar, con un plan de 4 años para bajarla a un digito, aclara la necesidad de llegar a algún arreglo con los holdouts que le permita al país volver al crédito y el reforzamiento de las reservas ya que, como declaró para El Cronista, “El Banco Central quedó corto de liquidez”. La mayor incógnita está en cuánto podrán cambiar ante un panorama cercado por kirchneristas “puros” y hasta qué punto Scioli sacará pecho y, finalmente, se revelará.
Cambiemos propone desde su marketinero nombre el rumbo al que apuntan: uno nuevo (¿o viejo conocido?) que reactive una economía que hace 4 años que no crece. Carlos Melconian y Federico Sturzenegger son dos de los destacados del equipo de Macri, el primero más liberal y el segundo más desarrollista, que hacen hincapié en diferenciarse del caos populista del período kirchnerista. ¿Cómo plantean arreglar los platos rotos? Con una suerte de shock no tradicional que reactive la actividad evitando al máximo un simbronazo a las clases populares que puedan devenir en la profesía nacional: no se puede gobernar sin una base peronista. Para esto, prometen medidas riesgosas que pueden salir muy bien o muy mal, como levantar el cepo desde el primer día, realizar una devaluación abrupta al tipo de cambio real, una contención paulatina de los precios para bajar la inflación y arreglar con los fondos buitres. La principal diferencia entre Mauricio y Daniel, sorpresivamente para los más fanáticos, no está en el qué sino en el cómo.
Por último, el renovado Massa, a quien daban por muerto e inteligentemente ha sabido resucitar entre las cenizas más derechistas del peronismo clásico, va acompañado por Lavagna a cuanto acto le organizan, y luego de una catarata de adulaciones empalagosas, se escuda detrás del verdadero ideólogo de la recuperación post 2001. Incisivo y comercialmente sabiondo, el economista encara con el plan de 100 días para levantar el cepo, la devolución del 82% móvil de los jubilados, el cese del impuesto a las ganancias en cambio del impuesto al juego y el proyecto pro inversión. Ahí nomás, cuando todo se torna demasiado complejo para el votante medio, sale Sergio con algún titular que asesina sus posibles simpatías con los progresistas, llamando a las Fuerzas Armadas como la solución contra el narcotráfico o la majestuosa idea de bajar la edad de imputabilidad a 14 años.

Así se ve que, paradójicamente, las diferencias entre los tres son en algunos puntos, más una cuestión de envoltorio que de contenido. Estos son los candidatos que hemos elegido, los envases en los que depositamos el destino de 40 millones. Después no nos quejemos de cuan vacío está el paquete. 

1 de abril de 2015

mordisco

-No podés bancar lo obsceno- dice envalentonada mientras intenta calentar un aire ya denso de tanto vapor y fluidos, y se sirve más whisky en el vaso recargado. –No me importa lo que pienses, ni vos ni nadie-. Y ahí, automáticamente, pienso para mí mismo: ay no, ahí viene otra catarata de pensamientos seudo inteligentes de una veinteañera que roza los 30 y está enojada con el mundo por haberla pasado por arriba sin siquiera haberle dejado una buena foto de recuerdo. Las que están en Facebook, Instagram o sea cual sea la red social de moda, son posadas, fabricadas, tan falsas como sus siliconas. Tiene el maquillaje negro de los ojos corridos, me pregunto si por el vacío que le viene después del sexo o el estadío existencial en el que está ahora, medio en pedo medio filósofa, despotricando contra todas las mentiras que el universo te dice desde el momento en que abrís los ojos.
Mientras tanto me estiro en la cama, tan desnudo como ella pero con reservas: sigo drogado con su escote y la calma, que la boluda está empezando a quebrar con tanto maniqueísmo verbal, me empuja para abajo, a una relajación sincera que me hace ver, claramente, que ninguno de nosotros puede salvar el mundo. Y ahí sigue, anticipando el giro que va a dar su discurso hacia la peligrosa esquina de la nostalgia, cuando empieza a detallar cómo las cosas antes eran mejores, como mi generación se perdió lo que valía la pena, nacimos demasiado tarde para ver en vivo a Nirvana, el auge del cd y todo lo bueno que el fin de siglo parecía traer, incluido el primer éxtasis de las raves, ese con la pureza que traían los yanquis y ahora ya no se consigue: hasta el vuelo de nuestro días es mediocre.
La liquidez de la que hablaba Bauman es mucho más cierta de lo que se suele creer: nos dirigimos a un mar abandonado, absoluto y atestado de besos sin sentido y vellos púbicos que se entrelazan por el simple placer carnal y momentáneo de la falsa sensación de unidad, de la que en cuanto salimos del delirio generado en el acto queremos correr. La hipocresía avanza en todos los términos, la gente ni siquiera se molesta en molestarse.
Rodás hasta mi parte del colchón y pasás tu mano por mi pecho. Te sorprende que en una sociedad mediatizada y estandarizada todavía encuentres un chico vintage y análogo que escucha vinilos y no se depila el pecho. Bajás y subís el índice por el esternón hasta el ombligo, mirando hipnotizada el movimiento que mis pulmones le dan al cuerpo, al entrar y salir cuando el aire escapa. –Si esto no es conexión, qué lo es?- preguntás más para vos que para mí, mientras mirás de costado tu teléfono en la mesa de luz prender y apagar su luz de notificación. Mi silencio te hace sentir cómoda, la duda de si me chupa un huevo lo que decís o estoy analizando por lo bajo tu encrucijada te encripta, te sostiene, y te da la oportunidad de dejar de pretender, aunque sea por 5 minutos, que sos otra persona, alguien mejor, más sonriente, más fabricada, más ajustada a lo que se supone que tenés que ser.
Este podría ser mi momento, podría intentarlo. Bastaría con solo abrir parte de la canilla para que la catarata de esencia inunde el cuarto y me puedas conocer verdaderamente. –Estás despierto?- preguntás fuerte, sin dudar de mi somnolencia sino para que salga del ensimismamiento que tan sola te hace sentir a pesar de tenerme al lado. –Estoy acá- te respondo mirándote a los ojos. –En qué estabas pensando?- avanzás dudosa, poniendo tu cara sobre mi pecho y haciendo contacto visual, algo poco habitual en estos tiempos donde Tinder es más efectivo que un bar. –En que tenés olor a lunes- te respondo y te derretís, apreciás por primera vez algo que te hace pensar y sentir al mismo tiempo, y te mordés el labio con una sonrisa que no podés controlar. –Vos tenés olor a 90`s- me retrucás entre el cariño y el excite. El tocadiscos suena mientras alargamos el silencio, y escuchamos como Damon Albarn y sus compañeros de Blur hablan sobre estereotipos y universalidades.
Miro como se debate en tu interior la fiebre desangrada de palabras encantadas, te sentís como en el fin de un largo viaje, como un suave aterrizaje en el que el reloj no atrasa ni adelanta.             –Querés dormir un rato?- me preguntás conteniendo un bostezo –Yo no duermo con mujeres- sonrío serio. Es peligroso dormir con una persona, es probablemente el momento de mayor vulnerabilidad y cercanía que se puede tener. No intento hacerme el terapeuta berreta, pero garchar garcha cualquiera y de cualquier forma. No hay necesariamente verdadera conexión, es físico, es mecerse en un columpio de manos, transpiración y mordiscos. Dormir supone un paso más, una verdadera aceptación, una entrega que no estoy dispuesto a dar. –Y lo que acabamos de hacer como lo denominás?- susurrás mientras te subís arriba mío, rozando con tu cintura la erección que tanta parafernalia sexual me genera, variando entre aburrimiento y brazas. –Lo que te acabo de hacer es todo menos dormir, no te parece?- entrecierro los ojos y te recorro con la mirada. Dejás de sonreír por un minuto y no te dominás a tiempo, te sale la minita de adentro –te importo un poco aunque sea o soy una chonga a la que llamás cuando te aburrís?- soltás mientras te sentás en mi cintura, expectante. Temés la cruda sinceridad por sobre el confort de la mentira. –De dónde salió esa femenina vanidad?- pregunto con sorna –no es mejor simplemente estar y dejarme acariciarte?
Te bajás y acostás a mi izquierda: venías por el centro pero resbalás hacia la utopía de un sentimiento comunista que solo se encuentra en manuales antiguos y películas con finales felices. Tus piernas son un coro, las recorro como un rayo y no caigo, aguanto. Me mirás desde tu infierno y te confesás “Quiero volver al kilómetro 0”. Sé que te estás abriendo, me siento perverso porque no sé si tengo el coraje ni el deseo de bancarte en este trago globalizado que el lado salvaje tatuó en tu pobre e industrializada alma.
Permanezco en silencio, se apaga el lívido porno que te trajo e invitó hasta acá. Aflojo la coraza pero te advierto, para que no te confundas, que no me interesa una confesión careta, no quiero juegos ni conversaciones universitarias, no necesito palabras –Si esto es lo que querés, esto es lo que tenés-. Procesás el aviso y lo bajás indefensa. Se mezclan tus puntos de vista, tu parte inconstante, tu edificación posmoderna que te ha convertido en un espectro estético y cesante. –Qué es lo que te hace ser tan distinto?- aventurás intrigada –Qué tenés que te hace bancarlo más?
Medito antes de responder, lo políticamente correcto me importa tanto como la gente que muere por TV y la decencia que imploran desde religiones que flotan entre mierda. No estoy libre de duda, ni de culpa, por eso tiro la primera piedra.

-Algunos no nacimos para morir- te digo mientras te sostengo la mano, abandonando ese trance indiferente que el desierto de los 2000 nos ha inculcado.

18 de febrero de 2015

la plaza

La última gran chance opositora llegó. Hoy, miércoles 18 de Febrero, gran parte del espectro contrario al Gobierno marchará en pos de mayor libertad de Justicia, aunque los oportunismos políticos no están ausentes en esta movilización que, se espera, sea masiva en distintos puntos del país, entre los que se destaca su centro neurálgico, allí donde estarán en primera fila la Jueza Arroyo Salgado (ex esposa del difunto Alberto Nisman), en compañía de la hija mayor que la letrada tuvo con el fiscal fallecido, cuyo comienzo partirá de Avenida Congreso y culminará en Plaza de Mayo.” El control de la calle ha sido clave para la permanencia de los gobiernos hasta la conclusión de su mandato” declaraba a modo de apertura el colega Horacio Verbistky hace tan solo unos días, cuando destacaba la importancia que tiene la adhesión callejera sobre la subsistencia de los aparatos políticos. Si alguien conoce bien la trascendencia estructural de una Plaza de Mayo colmada, son precisamente los movimientos apoyados en figuras carismáticas cuyo saludo por el balcón hacia la masa ha inmortalizado más de una foto. De la misma manera se le teme, cuando el clamor popular no se basa en cánticos partidistas y gritos teológico-políticos, pues un paso en falso puede significar caer en la hoguera. Alfonsín, De la Rúa y el mismo Perón saben muy bien de esto, y el kirchnerismo, a pesar de su reconocida ceguera antes los malos tragos, también lo advierte –aunque para sus adentros, el orgullo populista nunca se manifiesta frente a los enemigos, ¡Es signo de debilidad!-.
A pesar de que esta es una manifestación en teoría carente de partidismo –una de las premisas que vociferan los 5 fiscales organizadores ante cada micrófono que Clarín y La Nación les acercan, sonrisa de por medio- los actores políticos no olvidan que este es un marco en el que las PASO se acercan cada vez con mayor ímpetu, y ven en esta una oportunidad no solo para acompañar en silencio las nobles causas que pueden encontrarse en esta manifestación (como en muchas otras que no gozan de la cobertura que los medios hegemónicos le propician a este episodio) y actúan; tejen la telaraña discursiva en la que intentarán atrapar las moscas votantes a las que buscarán encantar para que introduzcan su boleta en la urna pluralista antes de devorarlas con sus devenires políticos y apetitos personalistas. Así, los presidenciables se paran frente a la marcha midiendo el resultado que las nuevas encuestas le podrían arrojar. Macri, referente del Marketing Político, haciendo un uso telegénico de sus habilidades en redes sociales, compartió hoy temprano una foto blanca, con la inscripción “18F” en negrita, acompañado de la leyenda “Sólo la verdad nos hará libres". Esta filosofía con guiño católico se pronuncia el mismo día en el que el Papa Francisco recibe, en el Vaticano, a algunos familiares de las víctimas del atentado AMIA que no participarán de la marcha. En la política, como en la vida misma, no existe el azar. Será cuestión de esperar y ver si este es simplemente un gesto hacia la Iglesia por parte del líder del PRO, o una nueva manifestación -¿Cuándo no?- de la esencia liberal que arrasa la génesis del Jefe de Gobierno porteño. Massa va a dar su presente acompañado de sus conejitos para la gobernación de la Provincia, aunque hasta hoy son tantos y de tan diversas características, que estarían analizando el realizar una marcha propia, -silenciosa, claro está: cuando el pueblo pide prudencia, prudencia hay que darle-. “El grito del silencio va a retumbar en cada rincón del país” declaró el tigrense a Infobae, dando claras muestras de que si su carrera en la política no funciona, tiene un futuro asegurado como poeta para analfabetos.  Scioli, por su parte, estará ocupado en el acto que el kirchnerismo tiene planeado para hoy a la tarde – ¡Qué casualidad!- en el que Cristina inaugurará la ampliación de Atucha, llamada –sorpresivamente- “Central Nuclear Néstor Kirchner”. Aplaudir, agachar la cabeza, mantenerse con fe, con trabajo, con solidaridad, y con las 3 o 4 conceptualizaciones que ni debe entender pero le recomendaron que se aprenda y recite monótonamente, le ha funcionado hasta ahora al ex piloto cuya carrera deportiva finalizó con el dramático accidente que le costó su mano derecha. Debería cuidarse el Sr. Gobernador de que la política no le quite otra facultad, pues hay cosas, como la dignidad y el amor propio, que si se pierden, no regresan.
 La primera mandataria, además de estar ocupada visitando la planta ubicada a 115 km de Capital Federal, y preparando el discurso que recitará frente a los monos aplaudidores – ¡Público difícil!-, pasó el fin de semana teñida por la imputación con la que se desayunó el viernes.  "La decisión deliberada de encubrir a los imputados de origen iraní (...) fue tomada por la cabeza del Poder Ejecutivo Nacional, la Dra. Cristina Elisabeth Fernández de Kirchner e instrumentada principalmente por el ministro de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación, Sr. Héctor Marcos Timerman", había declarado Nisman, quién horas antes de presentar su defensa frente al Congreso aparecería muerto en su departamento de Puerto Madero, crimen que día a día se embarra más y está lejos de esclarecerse.  El fiscal Gerardo Pollicita, quien maneja la denuncia que realizó Nisman, avanzó no solo sobre Cristina y Timerman, sino también sobre “El Cuervo” Larroque, Fernando Esteche y el polémico Luis D´Elía, que cuando no está clamando por “AMOR, AMOR AMOR” en Intratables, utiliza su twitter para chicanear a Tinelli: la peor figura a la que el kirchnerismo podría haber hecho enojar. Para Aníbal Fernández, Dr. en Protocolo y Ceremonial, “Imputar a la Presidenta sería una maniobra de desestabilización democrática”. Una y otra vez, el modelo recurre a las mismas explicaciones conspirativas para dilucidar las entrañas de los problemas coyunturales con los que se topa en su camino. Tarde o temprano, los defensores pragmáticos del populismo k, retomarán la obra de Gramsci –pensador que utilizan habitualmente, aunque un poco a la ligera- y entenderán que no se puede utilizar justificaciones monocausales para comprender realidades complejas.
Héctor Timerman, compañero de imputación, reiteró más temprano su pedido (no escuchado hasta el momento) a Estados Unidos para incluir el tema AMIA en la conversación que mantiene Washington con Irán. El gobierno de Obama, que entabló conversaciones por temas nucleares con Tel Aviv, respondió con una negativa ante el lacónico encargo que el Canciller argentino elevó. ¿Qué esperaba Timerman? En el exterior se leen los diarios, se escuchan las declaraciones y la palabra, aunque aquí se la lleve el viento y los maletines con dinero, queda impresa. Hace años que juzga la actividad norteamericana, realiza elucubraciones mafiosas con tendencias golpistas y la Presidente misma afirma, en declaraciones extraídas de un cuento de Agatha Christie, “si me pasa algo, miren hacia el Norte”. Al Sur no hay que mirar, claro está, pues allí solo hay cadenas de hoteles, sospechas de lavado de dinero y pingüinos amigos (nada misterioso).
La esfera económica también sacudió la patológica calma del loco que no quiere/puede ver su realidad, que caracteriza al kirchnerismo. El acuerdo comercial con China, que pasó casi inadvertido por la Causa Nisman, tuvo una reacción instantánea por parte de los dirigentes de la UIA, quienes exigieron conocer las cláusulas secretas que contenía el convenio y, a pesar de que luego de la reunión con Cristina bajaron la marcha, hacen saber, de buenas y malas maneras, que no dan el brazo a torcer. Aunque los empresarios decidieron descansar el fin de semana largo –probablemente para disfrutar  el Carnaval y demostrar sus dotes artísticas en el corso- hoy el representante de Techint, Enrique Mantilla, avanzó nuevamente y declaró, en relación al acuerdo, que “es una adaptación pasiva a la política comercial de Beijing, consistente en (intercambiar) infraestructura y bienes industriales por commodities”. El pacto con China, se sostiene, va en contra de la alianza estratégica que se tiene con el Mercosur, y muestra nuevamente que los grupos tradicionales de industriales argentinos le cierran las puertas a los inversores -¿O invasores?- que provengan del gigante asiático puesto que son financiaciones cuyo claro beneficio queda en manos chinas (¡Y las inversiones ni siquiera son en dólares!). Cuidado, los escrúpulos también se negocian, y si no se cree, basta con observar la historia del Grupo Rocca, Techint, Macri y otros tantos más, que se manifiestan PRO industria nacional, pero cuando las ganancias no satisfacen, bajan el pulgar.

En este marco se mueve Cristina, que hoy deberá soportar una expedición por su cabeza, esa que estará liderada por un sector de la Justicia que clama por seguridad e independencia de poderes, ese viaje que comienza en el pulmón de la Ciudad de Buenos Aires y termina en el corazón de la democracia, en esa plaza, frente a la única casa, en la que convergerá ese éxodo de funcionarios amigos del campeón, que ahora, le piden que tire la toalla. 

29 de diciembre de 2014

la hipoteca

No hace falta mucho para contentarme. Soy el símbolo de que lo simple suele ser lo más complicado. No encuentro emoción ni devoción, se me hacen difíciles las cosas más fáciles, tengo una cura que no encontró ningún doctor, una vida privada que no existe, completa de besos que se apagaron en un silencio violento y real.
Acá, sentado viendo el amanecer en el marco de esa ventana desde la que se ve el rio, uno casi que puede volver a nacer y aprender. Sin embargo no te equivoques, las personas no cambian de verdad, no te asustes que ganar y perder es lo mismo, el resto siempre se lo queda el dueño. Mirá, tené cuidado, esta escena puede parecer salida de una fotografía asepiada con ínsulas artísticas, pero nada más lejano. No sé lo que me pasa, pero tampoco creo que lo vaya a saber.
El humo del sahumerio me envuelve en un halo místico y sensitivo, siento la mezcla del aroma ámbar que se encuentra y desencuentra en un espiral in eternum, una danza afrodisíaca que emula el cotejo de dos cuerpos desatados que se atan, para volver a desatarse. No tenés que pretender conmigo, no me importa cuánto vales, veo más de lo que hay para ver.
Te miro pasar, con las piernas apoyadas y envueltas por mi brazo en una posición casi natal, y volvés tus pasos atrás. Cruzás la puerta temerosa, y te parás frente al ventanal, intentando no despertarme de mi ensoñación para no engañarme a saber. -¿Estás bien?- oigo que pronunciás casi en un susurro enamorado, te preocupa mi profundidad pero apenas duele, en el fondo es lo que más te gusta de mí. –Si estoy con vos, estoy bien- te respondo con una sonrisa incipiente. Mi respuesta te llena pero no completa, y te perdés mirando el humo preguntándote si  de un momento a otro se puede desvanecer mi presencia. Descansás parada, sosteniendo la pared que en cualquier momento se cae. –Estaba pensando en cuando éramos chicos- te digo, alargando el después. No solemos hablar de aquella época en la que Menem hizo la broma pesada de la importación del sueño americano. A nuestras familias les pegó fuerte la fiebre del `99, y no sobrevivieron la muerte del 2001. Padres divorciados por la presión en el pecho de una crisis que atrasaba el esfuerzo de 30 años, el no poder rehacer lo deshecho, palabras tenues y espíritus desangrados que habían hipotecado la esperanza.
Enfoco la mirada hacia el río mientras te sentás en la cama y envolvés tu espalda con mi manta, esperando que te cuente lo que atormenta mi calma. Es increíble la sensación de interior revuelto que me da mirar el agua… uno se retrotrae a momentos ahogados, en los que es difícil ser un caballero y no mandar a medio mundo a la puta que lo pario, mientras te mecés en un columpio de rabia, tristeza y lamparitas quemadas. -¿Sabés cuál es la mejor solución? No hay que olvidar lo que no puede olvidarse.- te suelto y me escuchás, recordando por dentro tu quimera de ilusión dolarizada. Me mirás pero no enfocás. Estás reviviendo cuan liviana te sentías cuando todo era barato y la vida no costaba nada. –Me acuerdo el día que papá perdió su laburo, ese para el que había dado su vida y vendido el alma, esa multinacional yanqui que lo definía y completaba probablemente más que ninguna de nosotras- arrancás abriendo el recuerdo y haciendo referencia a tu vieja y 2 hermanas –no me voy a olvidar más la mirada que tenía, sentado en el living de casa en boxers, como si no mereciera usar el traje elitista que significaba ser alguien, con la tristeza dopada de a quien la vida se le terminó, de a quien no le queda más cuerda-. Te callás y tragás, saludando el pasado y sintiendo la punzada de ese dolor que mutó en herida, en cicatriz, en humedad y luego en mito.
-¿Vos de qué te estás acordando?- me preguntás curiosa de saber cuánta perdida tuve en mi infancia madura. –Pienso que es más fácil comprar una casa que hacer un hogar- te digo intoxicado por la historia. Nos sumergimos en el atrás pero con una melancolía optimista, esa que tienen los que han nadado en el abismo y ahora se recuestan al mar.
Me contemplás como a alguien lejano, que está sin estar. Ya sé que me voy, pero siempre vuelvo. Casi todas las mañanas te encuentro y me pregunto cómo hacés que los cielos nublados tengan sol. Los padecientes del miedo se pasan los días temiendo la próxima explosión, la vida no termina donde vos crees.
Ahora, que pensás que tenés tiempo, que crees que escuchas un sonido aunque no hay nadie más alrededor, es momento de que aprendas que nada es gratis, que todo deja una marca, que tenemos esa simpleza del que tuvo tanto bardo que no quiere ruido.

-¿Por qué necesitamos una razón para ser felices?- soltás más para vos que para mí, y cierro los ojos pensando en nuestros sueños de cremas lejanas y espumas vacías, intentando subir aunque sé que arriba ya no hay nada. 

6 de noviembre de 2014

lluvia y café

Es inevitable ponerse fundamentalmente desposeído en estos días donde la palabra domingo se queda corta, la lluvia se lleva todo el color del ambiente y te deja todo azul, ni siquiera gris, con el culo para arriba, mirando películas hasta tarde y mostrándote un estado cortazariano en el que debatís internamente sobre la compleja naturaleza de nuestra existencia.
Ojo, no tengo ninguna respuesta para darte, encuentro preguntas cada vez que te miro. Tu corazón está en el lugar correcto, lo sé, no te preocupes, no te olvides, vení y sentate que el café es medicina. Mientras tanto vemos el agua caer, las gotas golpeando el cristal y escuchamos el mundo pasar; te sentás en el sillón vencido sosteniendo la taza con las dos manos, soplándola lentamente y drogándote con el vapor que sube y te cubre. Sos la única persona a la que una remera vieja mía y un par de medias a lunares le quedan bien, sos bella hasta cuando intentás no serlo.
Debo haberme sentido solo, tanto como para intentar hablar con Dios, pero una vez más no tuve respuesta, y acudí a vos, vamos, te cuento mis secretos, vos asentís en silencio, no te horrorices, prometo ser bueno.
Me sonreís con nostalgia, como una máquina que arranca sola pero en mute, con un amor lejano que se cuestiona que pasará. Me vuelve loco que no haya certezas, soy un hombre de hechos pero no encuentro un sostén que soporte el temblor.
En las películas hay una chimenea en este momento. Siempre pensé que el fuego en los livings brinda una sensación de calor y confort que nada ni nadie puede emular, lo convierte en un sitio al que te dan ganas de ir, no sé si me explico, pero es una de las pocas imágenes que Hollywood sí pudo grabar en mi memoria. ¿Es gracioso, no? Nuestros sueños no nos pertenecen, son de otros, de extraños, de unos que se mueven y te envían, te programan, te bombardean, y encima te cobran el peaje por viajar.
Tomo un trago que me calienta la garganta y la panza a medida que baja, no me acelera como le pasa a algunos: por mis venas corre tanta cafeína como sangre. Lo bebo por el gusto, por la compañía, por la charla. Un batido y me siento capaz de leerte la mente, y florecen los pensamientos y sensaciones, y dejamos de querer ir afuera; quizás podamos engañar nuestro orgullo y sostenernos la mano mientras confesamos vergüenzas ocultas.
Me levanto y pongo Bocanada, un disco para escuchar en días así, cuando te falta más de lo que te sobra. Tarareas la pista 7, esa que tanta verdad encapsula, y nos encontramos en el estribillo, por lo bajo, con una mirada cómplice: “a mí me es fácil olvidar”.
Somos socios de un negocio sin ganancias, el amor siempre es así. Hemos escapado de más callejones de los que podemos nombrar, ¿Por qué nos cuesta una vez más?
Yo digo a, vos decís b, y nos reímos, compartimos solo el cariño que nos une. Mejor no me digas, me basta con mirar en profundidad. La historia se enflaquece, estoy cansado de descreer, no quiero que me des la verdad, quedate y pasemos el otoño.
Te hacés una oruga y envolvés con una manta tus piernas, guardás los secretos que no deben ser contados y me mirás, a los ojos, preguntándote quien soy yo. No te respondo, pero me aceptás.
Me decís que vaya, que te abrace un rato. Tranquila, no tengas miedo, que nada te borre la sonrisa, tomá lo que necesites, algún día te vas a dar cuenta que el destino no existe.
Te terminás el café y apoyás la taza en el piso mientras te rodeás con un brazo mío. Podría pasar un millón de años así, ¿No se siente bien respirar mi olor?
Vamos relajándonos, escuchando la lluvia caer, con el sabor a café todavía en la boca, pensando en dejar de pensar.
Un domingo así, un domingo más.


6 de octubre de 2014

el beso de despedida

No es fácil salir, digan lo que digan, la vida sentimental/social de nuestra generación es una garcha, y especialmente para aquellos pocos y afortunados –entre los que, sin ningún remordimiento ni dejo de soberbia (bueno, quizás solo un poco) me incluyo- que usamos la cabeza para algo más que pensar simplemente cómo meternos en los pantalones de cualquier persona sexualmente activa que pasa por delante nuestro.
Y ni siquiera me refiero a la parte del amor, que todos los que lo hemos probado podemos coincidir que tiene su propio universo de problemas y cuestionamientos existenciales, sino hasta los primeros pasos, las primeras salidas. Soy de aquellos que observan, que disfrutan de descubrir, de notar, de encontrarse con los detalles que conforman a una persona en lo que es, y que usualmente terminan definiendo, injustamente –cabe aclarar- de indiferentes, de fríos y en muchas ocasiones, de raros. ¿Por qué? Como ya dije, porque uso la cabeza para algo más que pensar en cómo meterme en sus pantalones.
Uno inevitablemente sabe hacia dónde van las cosas aproximadamente 15 minutos después de que la salida comenzó. Eso es todo lo que se necesita para saber si alguien te gusta, te calienta, te interesa, te aburre o simplemente querés pedirle un taxi y nunca más volver a verle la cara.
No me malentiendan, es divertido el juego de seducción y analizar las estrategias y movimientos de cada uno, la faena del cazador que quiere cazar o aquel que quiere convertirse en presa. Sin embargo hay cientos de cosas que, a pesar de cómo se desenvuelvan las circunstancias de la velada, bajo ningún punto de vista voy a hacer. Cosas de las cuales estoy en contra, cosas que hay que evitar sin importar la situación o el contexto porque las consecuencias pueden resultar fatales.
Para aquellos en posesión de un automóvil, un claro error –que denota un amateurismo alarmante e incrédulo- es el viaje hasta la casa de la muchacha en cuestión. El “ey, te alcanzo hasta tu casa –guiño guiño-“ es una de las maneras preestablecidas para mínimo un chape contorsionista en el asiento delantero, lo cual lo convierte en algo tan trillado y cliché que le quita cualquier gracia posible, a no ser que datos netamente estéticos –para nada menores, no seamos caretas y ni lo neguemos- empujen a un poco de piel. Además, esto nos lleva, inevitablemente, a la paradoja del beso de despedida.
Si lo que estás buscando es un poco de guerra, dale para adelante. No suele ser mi caso, y lo afirmo orgulloso. No hay nada más traicionero, incómodo y peligroso que el famoso y repudiado beso de buenas noches, o como quieran llamarlo según su tribu o clase social (cómo verán soy openmind). Tengo una sola regla respecto a este cierre de noche: no hacerlo.
Afortunadamente no tengo auto, con lo cual evito esa situación en la que la palanca de cambios se interpone y los vidrios se podrían llegar a empañar de rechazo. Pero para los que todavía mantenemos cierto nivel de caballerosidad (aunque siquiera el hecho de que haga mención de la caballerosidad me coloca más cerca de 1950 que del siglo XXI) es prácticamente una fija acompañar a la otra parte caminando hasta su casa, para asegurarse de que llegue segura a destino, sí, pero también porque la charla de vuelta siempre es más distendida que en el bar del que hayan salido, más casual y muchas veces, hasta sincera.
Y la regla se pone a prueba al llegar a la puerta de la casa. Mirás a sus ojos para despedirte y ves que está esperando, como diciéndote “ey, tu boca quiere conocer a mi boca, deberíamos hacer algo al respecto” y automáticamente pensás “uy... que paja”. Haciendo una gambeta messiana vas para el cachete y al salir de ese rincón conocido y confortable, te encontrás con la mirada de incomprensión. Esos ojos de cachorro mojado de “no le gusto”. A lo que podés, esquivando las balas que el camino te depara, salir con frases hechas para hacer sentir mejor “la pase bárbaro o me divertí mucho” pero sabés en tu interior que digas lo que digas su pensamiento va a ser “por qué mierda no me dio un beso? Acaso tengo mal aliento? El hijo de puta seguro se va a ir a ver a otra que no solo le va a dar un simple picotón sino que lo espera con las piernas abiertas. Son todas putas” Este último pensamiento nunca falla: las mujeres, en el fondo –y no tan profundo que digamos- se odian entre sí.
La clave para poder salir airoso es escapar rápido, evitar la prolongación que dé pie a silencios incomodos o miradas de reproche. Ni hablar si la descarada directamente te tira la boca, ahí cagaste, no tenés escapatoria. Te la tenés que chapar, no da rechazar directamente, no hay que ser insensible tampoco. Pero ojo, la palmadita post-chape para indicarle que no se confunda, que esto no los convierte en nada, te puede evitar una serie de mensajitos 5 minutos después de que encares hasta la parada del 60 que te va a llenar el wpp (creeme, siempre llegan).
Entonces, cómo es la cosa? La vida para aquellos bichos modernos que mantenemos cierta dignidad es compleja y azarosa, depara muchas caminatas en solitario y repeticiones de discos emblemáticos de una cultura olvidada y enterrada bajo la digitalización y los estandartes chic de una sociedad vacía y hastiada en la que la cantidad supera la calidad.
Te van a putear, te van a pelear y probablemente, no te voy a mentir, en más de una ocasión sientas el impulso básico de matar a alguien de un escopetazo en la frente por el grado de pelotudez humana que se puede alcanzar, pero tranquilo. Recordá que siempre va a haber una próxima salida, un próximo gin&tonic, y un próximo beso de despedida que esquivar.