Te
despertás con la extraña sensación de vivir en un país previsible, con reglas
claras y números ordenados que te permitan planificar a largo plazo, quizás
hasta –si el tatuaje noventoso de la fantasía importada del sueño americano aún
late nostálgico en tu corazón dolarizado- imaginarte con la casa grande, los
chicos y el perro Golden esperándote al volver del laburo. Esto, que parece un
momento sacado de una mala publicidad de la familia kodak, es algo a lo que más
de un argentino promedio aspira alcanzar en un futuro –con un poco de suerte-
no tan lejano. Sin embargo, la calma y estabilidad no depende de nosotros, sino
de 3 o 4 tipos que tomen las riendas del carnaval macroeconómico que viene
gestándose desde el 2009 (siendo optimista) y ordenen un poco la fiesta, que en
esta ocasión, verdaderamente no se sabe cómo se va a pagar.
Para esto, los gurúes nunca faltan, y más aún en tiempos de elecciones como los que nuestro deber cívico nos obliga a atravesar en este año tan particular como el 2015. Así, los 3 candidatos con más chances de ocupar el tan ansiado sillón de Rivadavia se reparten su escaso tiempo entre flashes, spots publicitarios que destacan por su creatividad y vacío contenido y sonrisas Colgate impuestas por sus cientos de asesores. Bajo la fiebre de poses y muletillas aprendidas de guión, dejan a sus especialistas económicos tomar cierto protagonismo porque, admitámoslo, nadie quiere ser la vedette de una obra sin público que pueda comprar sus entradas. Así reaparecen del placard de los recuerdos (algunos más lastimosos que otros) los esqueletos naranjas, amarillos y rojos. Todos con el verdadero secreto de la Sibarita, la solución magistral para el bolsillo peronista de un país que se mece en la indecisión pendular de putear a los yanquis por imperialistas y veranear en Miami.
Para esto, los gurúes nunca faltan, y más aún en tiempos de elecciones como los que nuestro deber cívico nos obliga a atravesar en este año tan particular como el 2015. Así, los 3 candidatos con más chances de ocupar el tan ansiado sillón de Rivadavia se reparten su escaso tiempo entre flashes, spots publicitarios que destacan por su creatividad y vacío contenido y sonrisas Colgate impuestas por sus cientos de asesores. Bajo la fiebre de poses y muletillas aprendidas de guión, dejan a sus especialistas económicos tomar cierto protagonismo porque, admitámoslo, nadie quiere ser la vedette de una obra sin público que pueda comprar sus entradas. Así reaparecen del placard de los recuerdos (algunos más lastimosos que otros) los esqueletos naranjas, amarillos y rojos. Todos con el verdadero secreto de la Sibarita, la solución magistral para el bolsillo peronista de un país que se mece en la indecisión pendular de putear a los yanquis por imperialistas y veranear en Miami.
El
equipo del menemista devenido en progre que hoy lidera el espacio oficialista
lo comanda Miguel Bein, reconocido asesor económico que suena como posible
Ministro y se caracteriza por andar con muchas menos vuelta que sir Axel
Kiciloff, demasiado ocupado demonizando a los malvados del norte y luchando
contra esas aves conspiradoras que quieren voltear al único gobierno
nac&pop por temor a su triunfo. Bein apunta al concepto de desarrollo para
despegarse del curso actual que ha tomado el relato k, y habla de reorientar el
foco hacia un énfasis en la inversión y no en el consumo: una manera educada de
marcar el error conceptual que ha devenido en la crisis actual. Reconoce la
inflación como una de las preocupaciones más serias a las que se tendrá que
abordar, con un plan de 4 años para bajarla a un digito, aclara la necesidad de
llegar a algún arreglo con los holdouts que le permita al país volver al crédito
y el reforzamiento de las reservas ya que, como declaró para El Cronista, “El Banco Central quedó corto de liquidez”. La mayor
incógnita está en cuánto podrán cambiar ante un panorama cercado por
kirchneristas “puros” y hasta qué punto Scioli sacará pecho y, finalmente, se
revelará.
Cambiemos propone desde su marketinero nombre el rumbo al que apuntan: uno nuevo (¿o viejo conocido?) que reactive una economía que hace 4 años que no crece. Carlos Melconian y Federico Sturzenegger son dos de los destacados del equipo de Macri, el primero más liberal y el segundo más desarrollista, que hacen hincapié en diferenciarse del caos populista del período kirchnerista. ¿Cómo plantean arreglar los platos rotos? Con una suerte de shock no tradicional que reactive la actividad evitando al máximo un simbronazo a las clases populares que puedan devenir en la profesía nacional: no se puede gobernar sin una base peronista. Para esto, prometen medidas riesgosas que pueden salir muy bien o muy mal, como levantar el cepo desde el primer día, realizar una devaluación abrupta al tipo de cambio real, una contención paulatina de los precios para bajar la inflación y arreglar con los fondos buitres. La principal diferencia entre Mauricio y Daniel, sorpresivamente para los más fanáticos, no está en el qué sino en el cómo.
Cambiemos propone desde su marketinero nombre el rumbo al que apuntan: uno nuevo (¿o viejo conocido?) que reactive una economía que hace 4 años que no crece. Carlos Melconian y Federico Sturzenegger son dos de los destacados del equipo de Macri, el primero más liberal y el segundo más desarrollista, que hacen hincapié en diferenciarse del caos populista del período kirchnerista. ¿Cómo plantean arreglar los platos rotos? Con una suerte de shock no tradicional que reactive la actividad evitando al máximo un simbronazo a las clases populares que puedan devenir en la profesía nacional: no se puede gobernar sin una base peronista. Para esto, prometen medidas riesgosas que pueden salir muy bien o muy mal, como levantar el cepo desde el primer día, realizar una devaluación abrupta al tipo de cambio real, una contención paulatina de los precios para bajar la inflación y arreglar con los fondos buitres. La principal diferencia entre Mauricio y Daniel, sorpresivamente para los más fanáticos, no está en el qué sino en el cómo.
Por último, el renovado Massa, a quien daban por muerto e
inteligentemente ha sabido resucitar entre las cenizas más derechistas del
peronismo clásico, va acompañado por Lavagna a cuanto acto le organizan, y
luego de una catarata de adulaciones empalagosas, se escuda detrás del
verdadero ideólogo de la recuperación post 2001. Incisivo y comercialmente
sabiondo, el economista encara con el plan de 100 días para levantar el cepo,
la devolución del 82% móvil de los jubilados, el cese del impuesto a las
ganancias en cambio del impuesto al juego y el proyecto pro inversión. Ahí nomás,
cuando todo se torna demasiado complejo para el votante medio, sale Sergio con
algún titular que asesina sus posibles simpatías con los progresistas, llamando
a las Fuerzas Armadas como la solución contra el narcotráfico o la majestuosa
idea de bajar la edad de imputabilidad a 14 años.
Así
se ve que, paradójicamente, las diferencias entre los tres son en algunos
puntos, más una cuestión de envoltorio que de contenido. Estos son los
candidatos que hemos elegido, los envases en los que depositamos el destino de
40 millones. Después no nos quejemos de cuan vacío está el paquete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario