la felicidad es un momento, un instante, una sensación, un pensamiento, una pantalla, una creencia, una incredulidad, un estado.
la felicidad es el cuerpo, es la carne, es el instinto, es lo bajo.
la felicidad lo es todo.
la felicidad no es nada...
31 de enero de 2010
alado
miro hacia mis hombros
percibiendo lo moderno
mientras se extienden a lo largo
cargadas de seguridad.
mi interior esta envuelto
en un manto de hastío,
mis alas lo comprenden
y acatan y comparten
y justo cuando miro
justo cuando pienso
se lanzan a la nada
en un vuelo, perfecto.
percibiendo lo moderno
mientras se extienden a lo largo
cargadas de seguridad.
mi interior esta envuelto
en un manto de hastío,
mis alas lo comprenden
y acatan y comparten
y justo cuando miro
justo cuando pienso
se lanzan a la nada
en un vuelo, perfecto.
10 de enero de 2010
plegaria
El calor es absoluto, mis poros parecen tapados por un manto invisible que les impide respirar y convierte mi cuerpo a un estado recalentado, necesitado de viento que lo despeje y refresque, algo que lo aireé. Del frío no hay ni rastro y hasta los grillos se suicidan ante las agobiantes temperaturas que la deidad nos brinda, el silencio del verano es total y el estrellado cielo quita cualquier esperanza de una revitalizante lluvia. Completamente sofocado siento el sudor que emerge y cae por mi frente, y cierro los ojos rogando a alguna fuerza divina que nos regale algunas gotas.
De repente el cielo se cubre de un intenso tono violáceo y suenan poderosos relámpagos que traen la esperada tormenta.
El temporal suena contra el suelo, y rápidamente el ambiente se humedece, se moja, y sin darme cuenta, se inunda. El agua cae del enfadado firmamento en cantidades abismales, litros y litros atestan el suelo, subiendo el nivel de la misma, cubriendo el piso, los pastos, la galería.
Me envuelve hasta el pecho en cuestión de segundos y comienzo a inquietarme al percibir que el agua no cesa, y pierdo de vista la mesa, las sillas, al mismo tiempo que comienzo a flotar en el torrentoso río que se ha formado en mi jardín.
Acaricio las rojizas tejas que recubren el techo de mi casa y observo que el agua sumerge todo hasta el horizonte, limite de mi mundana visión.
El verano parece haber desaparecido entre tanto líquido, y mi cuerpo comienza a temblar a medida que su temperatura desciende hasta la del agua que lo rodea, que lo moja, que lo cubre. La misma sigue avanzando y pierdo de vista cualquier techo, hasta las copas de los árboles desaparecen ante semejante tempestad.
Harto de los reclamos de la gente, la fuerza natural que controla el destino y comunmente llamamos dios satisface los reclamos de humedad y frío, y divertido observa la desesperación de las personas que minutos antes lo maldecían por semejante ola de calor.
Se levanta ante mis ojos un océano, un mar que deja atrás el suelo que conocíamos y las cosas tal y como las veíamos, una masa de agua natural, una respuesta a los rezos que tontamente realicé.
De repente el cielo se cubre de un intenso tono violáceo y suenan poderosos relámpagos que traen la esperada tormenta.
El temporal suena contra el suelo, y rápidamente el ambiente se humedece, se moja, y sin darme cuenta, se inunda. El agua cae del enfadado firmamento en cantidades abismales, litros y litros atestan el suelo, subiendo el nivel de la misma, cubriendo el piso, los pastos, la galería.
Me envuelve hasta el pecho en cuestión de segundos y comienzo a inquietarme al percibir que el agua no cesa, y pierdo de vista la mesa, las sillas, al mismo tiempo que comienzo a flotar en el torrentoso río que se ha formado en mi jardín.
Acaricio las rojizas tejas que recubren el techo de mi casa y observo que el agua sumerge todo hasta el horizonte, limite de mi mundana visión.
El verano parece haber desaparecido entre tanto líquido, y mi cuerpo comienza a temblar a medida que su temperatura desciende hasta la del agua que lo rodea, que lo moja, que lo cubre. La misma sigue avanzando y pierdo de vista cualquier techo, hasta las copas de los árboles desaparecen ante semejante tempestad.
Harto de los reclamos de la gente, la fuerza natural que controla el destino y comunmente llamamos dios satisface los reclamos de humedad y frío, y divertido observa la desesperación de las personas que minutos antes lo maldecían por semejante ola de calor.
Se levanta ante mis ojos un océano, un mar que deja atrás el suelo que conocíamos y las cosas tal y como las veíamos, una masa de agua natural, una respuesta a los rezos que tontamente realicé.
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