21 de febrero de 2012

canción para nadar

Se pinta de celeste mi cuerpo y distorsionan las formas ante una mirada mojada, sumergida. La belleza de la creación adopta una visión lisérgica: el agua nos droga.
Oigo las burbujas emerger de tu boca mientras tu garganta explota una verdad acústica.
Nadamos, alados en un mundo acuático y desenfocado, repleto de colores y sirenas.
No recuerdas el pasado, el amor lo es todo.
Te movilizas con una gracia divina y emulas la ninfa que en alguna vida pasada claramente fuiste. Te observo, maravillado ante tanta hermosura, y me doy cuenta que esta decisión ha afectado el curso de mi vida. Ya no puedo volver atrás, al que fui, al que volaba por las ramas, patinaba sobre polvos anaranjados y desataba remolinos entre lágrimas. Tome tu mano cuando me la ofreciste sin pestañar, calle el sentimiento libertino y me uní en un abrazo vegetal, echando raíces con nuestro amor.
Me invitaste a vivir en tu mundo líquido y deje de sentir las cicatrices, permitiéndole a las heridas descansar, ahogando el dolor. Disimulando mi sonido, rescataste mi sueño cuando ella lo había pisado, lastimando mi espíritu incierto. Besaste mis labios y me acompañaste en mis pasos, dejando 4 huellas en lugar de 2.
Das una pirueta siguiendo una canción que mi pasado todavía canta para hacerme saber que sigue ahí, que viví. Cada movimiento es un paso de baile que mantiene el ritmo de esta melodía que con tu armonía dibujas en mi memoria, permitiéndome recordar cuando la nostalgia cubre el sol.
Te acaricias el pelo y me sonríes, despertando cosquillas en un estomago sin hambre.
Suena el océano, siente Dios las campanadas de nuestro amor.
Las distancias se acortan y nos acariciamos, silenciando todos mis temores. Nos abrazamos y vuelan pájaros entre nosotros, aves submarinas de matices turquesas que nacen con cada gesto de sentimiento y nos rodean en un tornado de mar.
Tu sonrisa  gatilla el corazón y dispara tiros con cada latido.
Sin soltarme del brazo me indicas el camino, señalando con la mirada la profundidad del horizonte. No hay nada que pensar, mis piernas ya patalean con una gracia despreocupada el presente y desamarran mis cuerdas, acompañándote en un coro universal que colorea mi voz con la tuya.

Te acompaño y nos marchamos, nadando por las aguas del tiempo, unidos por la música que solo nuestras almas saben crear.