11 de agosto de 2014

hola.

-Me mandé una cagada- fue lo único que pude decir ante la noticia. Así empezaba este momento, que de cagada no tenía nada, pero la culpa y la corbata me apretaban la garganta, generando vértigo al ver mi reflejo, una oportunidad, un martillo.
La presión que crecía, palmas mojadas y algo nuevo, un sentimiento expectante y optimista ante la posibilidad de cambiar algo de esta línea recta en la que se ha transformado mi vida, sin sobresaltos, sin placeres gritados.
Luces blancas, un poco de alegría beatle y tu arengue fueron suficientes para tomar una decisión que sintetiza mi esfuerzo, sé que merezco lo que me va a pasar y no temo en sonar soberbio, ¿Si uno no se la cree que le queda al resto?
Es un poco tarde y demasiado temprano para pensar en las cosas que quiero ser, lo único que conozco no me satisface y por momentos siento que el sol no brilla, hay que dejarlo pasar.
Has regado esta amistad con sudor y lágrimas, has dejado que tambaleé y hubo caídas que no pudiste o supiste evitarme, temiendo algún reproche futuro, como esos que vos pronunciás y callás hacia los tuyos. Te cuesta entender que nunca me voy a olvidar de tu nombre, apuesto que jamás pensaste que me iba a importar tanto que me sostengas la mano.
¿Te acordás de las que pasamos? Cierro los ojos y lo veo, como un disco gastado que suena de fondo... ¿Por qué será que los recuerdos siempre aparecen musicalizados? La vida es una melodía reciclada, la ecología garpa pero el exceso sacude, te hace sentir.
Intento no pensar, recordar es peligroso pero hay cierto placer en la nostalgia. Me rasco la cabeza en un gesto solemne para centrarme, y lo veo, las caminatas bajo la lluvia en madrugadas que se comían a los días, los empujones en precipicios, la familia, la foto, los abrazos y las frases. El idioma ha sido tu mejor enseñanza, la palabra me completa y vos lo entendiste desde que pude caminar: no hay nada que me alivie el pecho más que la lapicera.
Hace mucho que te debo un papel donde intente reflexionar con palabras sofisticadas sobre lo que representas en mis días, pero a pesar de que lo intente, y que suene a un cliché digno de película dominguera mal traducida a un español mexicano que pasa la televisión de cable a las 3 de la tarde, no encuentro manera de trasmitir la altura del sentido. Sos tan grande que me sobrepasa el verbo.
Da gracia la ironía de la vida: la persona que más se alegra que vaya a conocer un mundo mejor es la que resignó su oportunidad de pisarlo 20 años atrás, cuando las responsabilidades eran otras y la vida no había dejado tantas huellas.
Los tiempos fueron difíciles en más calendarios de los que podemos contar, hemos tenido demasiados inviernos y pocas canciones nuevas. Sí, ya sé que me falta mucho por aprender, que soy más ateo de lo que a ella le hubiese gustado y que lloro sin lágrimas, pero las cosas son como son, te llevaría conmigo si pudiera pero no aceptarías, me has dicho que hay cosas que no te tengo que dar.
Estás cansada de la lluvia, el impermeable no hace nada en la tormenta.
No tenés maldad, sabés que en esta vida para ganarle al de arriba hay que ser rudo y aún así preferís deambular con sonrisas torcidas sin dudar, es mejor ajustarse el cinturón que sacarle a alguien lo que no es tuyo.
Me dijiste que soy libre, que soy bello y que me vas a extrañar cuando no esté. A dónde mires, me vas a encontrar. No creas que porque me vaya me voy, siempre voy a estar, siempre estoy, siempre estuve.
Comprendés mejor que nadie mi melancolía de ensueño, soy un local desterrado que se mete en el desorden para reconfortar los cachetazos que el crecer le da dado.
Parto por un rato, dejo esta ciudad cargada de esquinas conocidas y lo reconozco, siento calor en mi panza al pensar en llegar a una isla, un asilo para mi alma donde pueda correr, perderme y hallarme. Le hice caso a las advertencias, por un momento las cosas dejaron de ser tan lindas y la luz de emergencia fue muy clara: mi cuerpo es joven pero mi mente está vieja.
No me siento triste, curaste la pena que me daba no esconderte en mi valija, sos una de las pocas personas que tiene un remedio para la tristeza. No voy a pintar ilusiones, no voy a decir que no voy a entrar si voy a tener que salir. No es ninguna sorpresa que voy a testear venenos, dormir menos de lo normal, y embriagarme con el pasado.
Llorar no soluciona nada, aunque sean lágrimas de alegría, así que no lo hagas, es un momento para que te rías, de mí y conmigo, ambas, como ya hiciste y como ya harás.
Esto, como tantas otras cosas en los pocos años que tengo recorridos, te lo debo en gran parte a vos.
Hay miles de cosas que tengo para decirte, pero es mejor esperar. Arrancamos cuando vuelva y te salude. Con vos no hay adiós.
Hola.