Cansado camino por la grisácea avenida, mirando a mí alrededor con cierta arrogancia, brindando miradas superiores, pero a pesar de la postura, el interior esta contradecido, al extrañar pero avanzar.
Los pasos se dan casi con tono musical, puedo sentir los acordes de la distancia.
Siempre jugamos a cambiar, pero ninguno de los dos penso jamas que llegaría a tal punto.
A medida que la acarreada mente recoge recuerdos aparece bruma en el espacio, acortando mi vista.
Se genera un espiral mental, un vacío infinito en el cual ella se sitúa, me acompaña, me toca.
La extraño, la deseo, la echo.
Anhelo su calor, su eufórica demostración que brindaba una efímera sensación de compañía, llenándome.
Incrementa mi pulso, se nubla mi frialdad, y sujeto su recuerdo.
Caigo en la realidad, y siento la necesidad de abrazarla.
Reanudo los pasos, mientras que mi campera recibe los dulces golpes del viento con estilo, no se inmuta.
Las casas, personas, autos, arboles, pasan ante mi en blanco y negro, mi tiempo carece de color.
Mis manos se protegen en los escondidos bolsillos del blazer verde, adoptando una pose aun mas soberbia.
Nunca la entendí y jamás me entendió, nuestra relación se basaba en la incoherencia de lo erróneo, lo animal de nuestro ser, lo básico, lo impulsivo que habitaba (¿habita?) nuestro ser.
Se confunden mis recuerdos, lo real de lo imaginario, la verdad es tan relativa.
Cada vez hay menos luz en mi camino, el blanco sol se va apagando oscureciendo el ambiente.
Camino con ese aire de grandeza que me caracteriza, y golpea mi nuca fríamente el final, ese espontaneo adiós que liquidó el amor, agotando mi paciencia.
Freno secamente al ver una silueta que me es conocida, paseando despreocupada a lo lejos, sin saber cuanto necesito su regreso.
Corro y observo lentamente como su figura se agranda, dejando de ser un cuerpo lejano, convirtiéndose en una persona a mi lado.
Le sostengo la mano y se da vuelta, sorprendida tal vez por la firmeza con que sujete esa extremidad que tantas veces acaricie inconcientemente.
Su mirada se pierde en la mía, y siento como una luz nos ilumina, nos irradia, nuestro amor crece, comienza, vuelve.
Sin embargo nuestras manos se sueltan, y ella sigue su camino, para yo volver al mío, recordando la promesa que nos hicimos aquella tarde, cuando nos cansamos de jugar, y finalmente entendimos, que quizás no es amor, simplemente, es pasión.
22 de diciembre de 2009
conversión
Cansado de mi faceta, decido virar.
Me relajo a medida que mi cuerpo se posa para dar comienzo a la eufórica transformación, ese inevitable y deseado cambio que rotará mi ser, brotando mi esencia y tocándola, sosteniéndola y girándola, dando a lugar el comienzo.
La luna me brinda la solitaria luminosidad en el ambiente, alumbra únicamente mi cuerpo que, tímido, empieza a generar ese verbo que tanto pavor le da a todos los hombres: mutar.
Mi lengua se ríe y mi nariz estalla, pero mi mente, calma y blanca, se divierte al sentir la variación de mi yo.
Siento el aire golpear en mi rostro, los jardines oscuros y encarnados me aprisionan liberándome de todo lo ajeno y protegen mi materia.
Mi pecho tiembla a medida que una radiante luz emerge del centro, mi centro que palpita una notoria abertura despilfarrada en tonalidades blanquecinas.
Levitando se escurre mi alma, dañada por la vida de mi cuerpo pero orgullosa, todavía, y se posa divinamente a un costado, observando los cambios, la transición.
Mis ojos la siguen a medida que sus iris se aclaran, logrando un radiante gris opaco.
Mi cabello se alisa y se alarga, cargado de osadía se apoya en mis hombros que lo reciben como suaves cobijas.
Mi corazón parece ser el único que no disfruta la sensible conversión, y late apesadumbrado, con pulso enjuiciado, discerniendo en mi necesidad carnal, la ineludible reforma que emigra repleto de veleidad sobre mi antiguo ser.
Mi cuerpo se agranda, mi confianza crece a medida que la transformación es absoluta, cargando de arrogancia mis venas, excitando mi mente llenándola de satisfacción y grandeza.
Mi psique, curiosa se adentra por el agujero en mi pecho, y estreno el cuerpo con la sensación más exótica, al ingresar mi espíritu en él y posarse en su medio.
Mi metamorfosis es completa, la luna, callada pero observadora, me ilumina con su matiz más puro, haciéndome sentir, por primera vez, uno.
Me relajo a medida que mi cuerpo se posa para dar comienzo a la eufórica transformación, ese inevitable y deseado cambio que rotará mi ser, brotando mi esencia y tocándola, sosteniéndola y girándola, dando a lugar el comienzo.
La luna me brinda la solitaria luminosidad en el ambiente, alumbra únicamente mi cuerpo que, tímido, empieza a generar ese verbo que tanto pavor le da a todos los hombres: mutar.
Mi lengua se ríe y mi nariz estalla, pero mi mente, calma y blanca, se divierte al sentir la variación de mi yo.
Siento el aire golpear en mi rostro, los jardines oscuros y encarnados me aprisionan liberándome de todo lo ajeno y protegen mi materia.
Mi pecho tiembla a medida que una radiante luz emerge del centro, mi centro que palpita una notoria abertura despilfarrada en tonalidades blanquecinas.
Levitando se escurre mi alma, dañada por la vida de mi cuerpo pero orgullosa, todavía, y se posa divinamente a un costado, observando los cambios, la transición.
Mis ojos la siguen a medida que sus iris se aclaran, logrando un radiante gris opaco.
Mi cabello se alisa y se alarga, cargado de osadía se apoya en mis hombros que lo reciben como suaves cobijas.
Mi corazón parece ser el único que no disfruta la sensible conversión, y late apesadumbrado, con pulso enjuiciado, discerniendo en mi necesidad carnal, la ineludible reforma que emigra repleto de veleidad sobre mi antiguo ser.
Mi cuerpo se agranda, mi confianza crece a medida que la transformación es absoluta, cargando de arrogancia mis venas, excitando mi mente llenándola de satisfacción y grandeza.
Mi psique, curiosa se adentra por el agujero en mi pecho, y estreno el cuerpo con la sensación más exótica, al ingresar mi espíritu en él y posarse en su medio.
Mi metamorfosis es completa, la luna, callada pero observadora, me ilumina con su matiz más puro, haciéndome sentir, por primera vez, uno.
15 de diciembre de 2009
búsqueda
La eterna espera caducó, el vencimiento fue absoluto.
Los días pasan sin ser sentidos y mi ser se encuentra apagado a medida que la nada recubre el tiempo, agujas que retroceden, o se estancan, inmóviles, se paran.
La torcida mente recuerda la dulce sensación de tenerlo todo, pero a pesar que se genero comodidad en el pasado, finalmente puedo cargar mi futuro, de una absoluta e inminente paz.
Los días pasan sin ser sentidos y mi ser se encuentra apagado a medida que la nada recubre el tiempo, agujas que retroceden, o se estancan, inmóviles, se paran.
La torcida mente recuerda la dulce sensación de tenerlo todo, pero a pesar que se genero comodidad en el pasado, finalmente puedo cargar mi futuro, de una absoluta e inminente paz.
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