Por estos días previos y posteriores a un cumpleaños, momentos en los cuales uno no solo piensa en todo lo que le ha sucedido en los 365 días que se han escurrido, se ha instalado en esta inabarcable cabeza la simple idea del paso del tiempo, de lo que realmente han significado estos últimos meses en mi vida y por sobretodo, los cambios esenciales que han transcurrido desde que reviso, allá atrás, al cumpleaños del año que se despide.
Me he dado cuenta que la adolescencia traía una simple felicidad, compleja pero risueña que adelgazaba la mente al permitirle no preocuparse.
Analizo mi estado actual, y el pasado. Los comparo, los peso, los toco.
Con el pasar de los calendarios me vuelvo más frágil.
Ahora realmente siento las cosas y cuando la gente que me importa hace algo que no me sienta bien la herida es mas profunda, y tarda mas en sanar, y muy pocas veces cicatriza por completo.
Desde que finalizo la etapa escolar y todos nos despedimos en aquella emotiva ceremonia de diplomas, las palabras de “que esto no se corte acá” y “va a seguir todo igual” parecen haber sido voladas el viento, o sencillamente el tiempo las ha borrado por completo de la memoria colectiva.
Se afirma que las amistades no eran lo que aparentaban sino que en su esencia eran temporales, convenientes y frívolas, a pesar de que no las veía así.
Los verdaderos amigos ahora se cuentan con los dedos de una cansina mano, y con suerte, tal vez con las dos, y esto realmente decepciona.
Las semanas ya no se tratan de planear los viernes y sábados, y a que fiestas ir, o con quien uno debe ser visto, sino que están cargadas de tareas, responsabilidades y aterradora libertad.
Las decisiones que tomo ya no son minúsculas y remediables, sino que se han transformado en juicios trascendentales que definen una o muchísimas cosas, y nuestro estado pendula en ellas, en vez de las del resto.
El rebaño ya se disipo y no puedo esconderme mas entre la multitud cuando la cabeza requiere descanso o me mande una cagada que no conviene revelar.
Aparecen necesidades, desconocidas en épocas ya lejanas, que urgen por satisfacerse, y realmente requisito desahogarme de vez en cuando, tener a alguien sobre quien apoyarme, ser escuchado cuando la garganta explota y encontrar un espacio tranquilo y pacifico; mientras que antes simplemente buscaba estar bien con la gente que me rodeaba, pues mi conformidad se reflejaba en ello, ahora busco estar bien yo y cuesta mas divertirse y divertir al resto.
De la mano del reloj viene cierta sabiduría que se refleja en cambios, en dictámenes, en uno y su mundo.
Al ver como las cosas se “desmoronan”, como las amistades no eran amistades, encontrarte desdichado en la facultad a la que vas y notar que el contenido de la carrera que elegiste estudiar no tiene nada que ver con lo que vos pensabas, llegar cansado a tu casa y verte desganado e insatisfecho, y cuando realmente te pones a recordar como antes al visualizarte en 10 años tenias todo resuelto y ahora hay un gran espacio en blanco que desespera por llenar, y las preocupaciones aparecen con la simple y cotidiana pregunta que: “que pasa si hago esto?”, al sentir todo esto que en mi adolescente cuerpo no sentía, se empiezan a disfrutar mas las cosas sencillas, simples, que antes estaban y ahora escasean, y cuando se llevan a cabo le agrandan a uno el corazón.
Siento mas los cafecitos con un amigo, las caricias, los paseos con caras conocidas, los mensajitos cariñosos, ver que la persona al lado mío disfruta mi compañía, las películas de los sábados a la noche en mi cuarto rodeado de gente que quiero o simplemente levantarme de buen humor, optimista, abrir mi atrancada y oscura ventana y convencerme de que este va a ser un buen día.
No voy a negarlo, por momentos extraño mi antiguo yo, despreocupado, arrogante e inconcientemente feliz, pero al ser mas grande veo las cosas de manera diferentes, absorbo mi alrededor y siento, sintiendo, el imperioso deseo de ser existencialmente feliz.
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