24 de abril de 2011

éter social

Estoy subiendo.
El camino finalmente viró en la curva requerida y tan anhelada, depositando mi esencia mientras subo a cuestas esta colina social, dando cada paso sin duda ya, pero completamente agotado.
La boca seca, el océano de transpiración que me recubre y los notorios golpes brindan una imagen de un cuerpo sufrido por la órbita plantearía que lo ha rodeado.
¿Alguien me ve? ¿Alguno contempla como escalo en la masa, rompiendo los claustros y abrazando la elite?
Ha sido un sendero largo, pesado y hostigador; en el olvido quedaron los valores y la moral de la que Durkheim tanto intento advertirme.
En mi cuello péndula un pesado collar, decorado con cada una de las promesas a mí mismo que quebré para alcanzar la crema. Mi amarronado pelo ahora porta solitarias canas, que lentamente se van organizando y preparan un ataque demográfico; planean claramente un ataque.
Recuerdo lo sucedido, los apretones de manos mentirosos, las palabras vacías y las demagogas etiquetas .Debería haberlo sabido, el razonamiento desaparece tras la cortina de humo de la ambición, de la fuerza.
Mucho tiempo atrás te veía, envuelta de sol y acariciándome con tu mirada, emergiendo una simpleza que convergía en sí.
Somos individuos que no terminan de ser, piezas sueltas maleables, delineadas por la evolución y víctimas de estos bárbaros que dominan el cosmos, y a los que tanto envidiamos.
La montaña va llegando a su fin. Ya veo la cima, está tan cerca que la huelo.
“Tarda en llegar y hay recompensa” dibujaba en el oído colectivo un poeta disfrazado de rockero, y tarareo esa frase de manera casi autista mientras doy las últimas pisadas, silenciando esa melancolía camuflada en el optimismo.
Después de tanto, aterrizo.
Caen mis pies en el tope, saboreando lo alto.
Surge ante mis ojos el resto, lo normal, lo supuestamente conquistado.
Tras un breve momento de complejo napoleónico, visualizo la ciudadela, el escenario de vida que compacta este sentimiento híbrido. La examino y me rio, disfrutando la ironía.
Repleto de sociedad y respirando ego, me acerco al borde del vértice y vislumbro lo bajo, rememorando por un segundo tu perfume. Germina el sentimiento silenciado y de pronto mis ojos se humedecen, mojándose de nostalgia por el día en que te solté la mano.
El narcicismo despierta y me sonríe la mente, mencionándome todo lo conseguido.
Envuelto en oro y con aires de absoluta grandeza, piso el precipicio y salto.
Lo he conseguido, ingrávido floto, volando en un mar de éter social, transito lo puro y me siento por primera vez, tan elemental como el aire que respirás.

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