8 de mayo de 2011

polvo porcelana

Decenas de horas volaron y sin embargo todavía siento tu olor en el espacio; rastro de la pereza de encontrarte.
Tu sombra todavía cuelga, ahí enfrente, dibujando tu línea con una naturalidad fascinante, silenciando toda desilusión.
Me apoyo en la fría pared, adentrándome en la espera de tu regreso a casa, embelleciendo el tiempo con paciencia, una calma sonrisa mientras muevo la cabeza al ritmo de una lejana melodía de cerati que tanto solías escuchar.
La luz penetra una de las ventanas al sur del cuarto, inundando el ambiente de una viajera vitalidad, surcando la oscuridad con una fanática fe.
Mi mano derecha acaricia los frutos del tiempo sobre mi rostro, al peinar desprolijamente una barba de un par de días que se deja rascar, satisfecha por la prolongada vida que mi indiferencia le ha permitido desarrollar.
Los minutos se suicidan y el laxo gobierno mental comienza a sufrir titubeos.
Atento a cualquier cambio, focaliza mi atención al silencio, siguiendo con ojos inquisidores cualquier signo de un movimiento que despierte sonido.
Las agujas continúan en la eterna carrera yendo demasiado lento para ganar y demasiado rápido para perder, presas de una pista carente de freno como el que les impone el inevitable y caprichoso paso del tiempo.
Nervios, boca seca y un dejo de paranoia encierran el desorden.
A lo lejos las gotas de una canilla mal cerrada, seguidas de una tímida conversación entre aves.
Desvío la mirada a través del cristal que encuadra la ventana, televisando el exterior.
No hay nada bajo el sol, solo un escenario vacío y actores frustrados que ya no saben que rol interpretar.
Las avergonzadas uñas rascan la pared, trazando huellas en el blanco que lentamente va ensuciándose con un gris devoto.
Camino por el cuarto, alternando velocidades y niveles mientras reveo el lugar hacia donde dirigimos el presente, y, tal vez, un futuro.
Hace semanas que no te hayo, la conversación se escapó a algúna zona introvertida, y ni en los sueños coincidimos, momentos en los que viajo a rincones lejanos, recorriendo lugares solitarios y desconocidos en los que la noche se siente, y tu presencia me falta.
Me pongo el traje de ilusión y sigo aguardando, comprendiendo lo que aguarda la pureza del amar.
Un delirio físico se lleva a cabo bajo la piel, producto del cansancio blanco del amor y del insomnio que me afecta desde tu ida, escapando del lugar al que llamamos hogar convirtiéndote en una prófuga enamorada, huyendo de un crimen al sentimiento.
Una noche oscura procede al pálido día; te robaste la luna también dejándome un universo apagado, con planetas dormidos y polvos porcelana.
Hoy me aseguro, sosteniendo la clave para abrir los candados que atan estas esposas y poder liberar, finalmente los ecos que grite y no supiste escuchar.

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