31 de enero de 2014

marginados

-No creí que nadie me notara- confiesa en un balbuceo de ojos apagados y cuerpo relajado. El porro le había pegado, era la primera vez que fumaba y se encontraba volando en un viaje mucho más anclado de lo que había imaginado: la psicodelia se quedó en los `70.
Sentada en un rincón del sillón observaba a todo y a todos con una calma disfrazada, la máscara se le había caído pero alguna fortaleza todavía cuidaba la ciudadela. –Quedate tranquila piba, acá nadie te va a hacer nada- le dice un compañero que solamente vemos en los recreos, a las clases nunca asiste, está demasiado ocupado afanándole guita de la billetera a la vieja o curtiéndose a la profesora de ética en el baño del tercer piso.
Hace 3 años ya que curso y me sigo sorprendiendo al descubrir gente a mi alrededor, no conozco a la mayoría ni me interesa ganarme el premio al chico sociable del año, pero a veces, por momentos, me intriga la vida de esos fantasmas sin nombre que se sientan a los costados y cada tanto levantan la mano para hacer alguna acotación seudo-inteligente con la que llaman mi atención, aunque sea por un segundo.
-Cómo se llama esta canción? Me encanta y nunca puedo averiguar ni quien la canta- pregunta, apurada pero en pleno disfrute, es virgen a la hora de fluir. Los incultos van respondiendo, uno a uno, que no saben, que no la escucharon nunca, que es una mierda de los 80`s o alguna de esas décadas previas a nuestro nacimiento, como si todo lo anterior a la caída de los soviéticos, el auge de nirvana y el comienzo del fin del siglo XX fue lo mismo, un rejunte de polvo de estrellas apagadas. -Es héroes, de Bowie-, afirmo sin mirarla mientras completo el vaso con vodka –no es algo que vas a escuchar en lugares muy populares, el presente es ignorante-. Me recorre con belleza y visualiza mi cuerpo con mirada de miel. Escucha la letra, embobada por la poesía de ese artista andrógeno del cual ha escuchado hablar en conversaciones lejanas y especiales de MTV cuando el canal de música era lo que fue:
“Aunque nada les ahuyentará
Podemos ser héroes, sólo por un día
Podemos ser nosotros mismos, sólo por un día”
La traducción la hace sin problemas, la droga no le nubla la educación bilingüe que sus padres pagaron para que tenga desde chiquita, aprendió a contar en ingles antes que en castellano, el idioma del primer mundo es el que vale en nuestros círculos, y no esa rama impía del español característica de una raza inferior de la que tanto intentamos despegarnos.
Mueve la cabeza de un lado para el otro, despacio, sintiendo los acordes con los ojos bien cerrados, como si quisiera contener dentro de los parpados todos los sentimientos empáticos que el ser notada hace que floten.
Se para e intenta acercarse, envalentonada y desinhibida por el brillo de las luces que el humo levanta, no se da cuenta que nuestros mundos son de sistemas distintos, aunque convergen en el lugar donde supuestamente pagamos para que nos eduquen, comprando un ticket para un futuro mejor. Los amigos escasean y las poses sobran, la vida es una pasarela en la que los distintos ven a los elegidos desfilar.
-Mirá boludo, la callada te quiere dar- vocifera un mediocre hijo de, que se cree que la extensión black de la tarjeta que tiene en la billetera lo habilita a llevarse el mundo por delante. –Dejala que va a intentar hablar Marito, capaz no quiere levantar sino figurar- le responde con mirada de goce una aspirante a actriz que se saca todos 10 y que aparenta vivir en perfecta armonía, casi todos desconocen los gramos de cocaína que necesita para relajarse y que la acompañan a todos lados. Yo los dejo hablar, me divierte el zoo del bloque social. –No seas mala Andreita, y andá a limpiarte la nariz que te veo desde acá el resto- le digo mientras me termino le vaso y mastico el hielo del fondo, enfriando la lengua y el cuerpo, para que no jodan, que no se confundan.
Arrepentida por la demostración se sienta en un banquito alto, las piernas le cuelgan un par de centímetros por el piso y flaquean, está tan ciega que no puede ver ni quién es. Sonrío, con la indiferencia atractiva de alguien que está en otra sintonía, y me presento –Soy Juan, aunque mi nombre no importa, y dudo que te lo vayas a acordar, estás muy verde todavía-. Los ojos azules se posan en mi boca, intenta escucharme y leerme para comprender totalmente lo que digo y evitar las ganas de besarme que le dieron desde el momento en que emití sonido. –Ya se quien sos, aunque dudo que sepas quien soy yo- dice cuando me da la mano, en un apretón formal que los espectadores observan de costado.
Asiento, divertido y elevado, y me tiro para atrás, apoyándome en la mesada, cortando el impulso que la seguía desde esa mañana, cuando decidió dejar de ser una espía, cansada de no figurar y ser invisible para los que cuentan.
Se la nota mareada, no lo suficiente para disparar ninguna alarma pero no sabe disimular. –es la primera vez que vengo a una de estas fiestas- confiesa marginada. Me río de su suerte –ya sé, me di cuenta-. –Relajate y no intentes tanto, no pretendas, no te agaches, con poco sobrevivís, la mayoría está más vacío de lo que muestra- le digo a modo de consejo, es más de lo que me dijeron a mí en los momentos de soledad, el altruismo no es algo de nuestra generación, está pasado de moda, en vez de rescatarte te ahogan. –tantas ganas de estar tenías? felicitaciones- cito con aire solemne mientras brindo al aire y me marcho. 
Bienvenida a la pared de las flores empotradas y mariposas disecadas.
 Esto es lo que somos.

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