8 de noviembre de 2010

el abrazo

Los cuerpos, previamente separados por meridianos sentimentales y construcciones inertes, se van aproximando lenta y continuamente, temerosos a algún movimiento brusco, un riesgo o demostración demasiado veloz que cause una impresión, o reacción, carente.
Un remolino emocional irrumpe en los interiores batiendo todo camuflaje y mascara, demoliendo los muros que habían levantado para no verse, tocarse ni olerse.
La distancia se acorta y los dos pares de ojos, hipnotizados por el puro cariño no se pierden de vista, focalizando únicamente la esencia del otro, lo profundo.
El corazón de el, inverbe y atontado, late con una energía olvidada, bombeando litros y litros de memoria.
El de ella, tímido pero seguro, se asesora por su abogado, la mente; órgano mucho mas frío y objetivo que le aconseja ir despacio, con calma y protección, sin exponerse a posibles dolores que hostiguen a su cliente.
El sonido se apaga, ninguno de los dos oye nada, los oídos, expectantes por la resolución, amorzadan a los tímpanos; no quieren distraerse con nada y acuden así a una naturaleza muerta, ajena a todo ruido animal.
La marcha se interrumpe al encontrarse divididos por tan solo sentimientos.
Ambos erguidos sobre su altura y orgullo, mirándose fijo, estudiándose, conociéndose como alguna vez lo hicieron.
Las manos de ella rozan las de el, avivando un cosquilleo perdido y tierno, fresco y absoluto.
Se acercan, se entrelazan y finalmente, se abrazan.
Sus cuerpos se convierten en uno bailando al compás de un ritmo invisible y una calma evolutiva.
El ambiente se carga de colores, llenándose de sublimes pinceladas de celeste, rosado y blanco, que se mezclan levantando enlaces derrumbados.
Las manos aprietan mutuamente sus hombros y cinturas, intentando fundirse en el interior de uno, generando aquellos cimientos que habían diseñado, allá atrás, cuando la juventud rebalsaba y el amor lo podía todo.
La demostración de cariño es total.
Se entregan al tacto, a la mezcla y al pasado, deteniéndose el tiempo en un sospechoso paréntesis universal, un lugar y momento de infinito éxtasis, generado por ese incondicional abrazo.

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