20 de noviembre de 2011

escritor de grises

Siempre padecí el exceso de sentimiento.
Desde pequeño recorrí mi camino portando un inoxidable corazón que ha absorbido hasta el veneno del entorno, siempre involucrándose demasiado.
Frágil y melancólico, sentía y siento en exceso, y por esto comencé la ruta hacia la catarsis verbal.
Durante mi adolescencia, cuando el dolor no se desvanecía y el alma pesaba, escapaba a la cordillera, donde ante tanto arte natural, mi tristeza se relajaba y afloraba la expresión.
La pluma fue la confidente que supo transmitir con su azulada tinta todo lo que mi verborrágico centro soportaba.
Los años pasaron y me transformé en un poeta maldito, atado a la gris exteriorización de mi pesar.
Abandoné Chile hace tiempo ya, pero la pluma no se detuvo. Llenó con mi palabra cientos de hojas blancas, calmando la pena con cada frase redactada y pensando, momento a momento, en la brisa de la cordillera, donde lo puro y la desdicha se juntan, inspirando a este simple escritor de nostalgias, con paz.

9 de noviembre de 2011

nada es suficiente

La sociedad quiere más, siempre quiere más. Nunca se conforma, nada es suficiente y lo manifiestan en todos los ámbitos posibles. Hay un mórbido sentimiento carente de límites que impregna la vida misma a la que nos hemos acostumbrado, velocidades meteóricas, presiones monumentales y una frialdad abrumadora. La televisión no está exenta de estas reglas, juega con ellas, se galardona cuando gana y se patea a los perdedores sin darles tiempo siquiera de levantarse del golpe que los tumbó.
Ya no se trata de la calidad del espectáculo, de los valores que enseña, de las moralejas, las grandes actuaciones o el desarrollo artístico. Los elogios se reservan para aquellos que, con suficiente viveza, se amolden a este medio caníbal y saquen de la galera un producto vendible, consumible por el inconsciente colectivo que maneja el control remoto.
Muchos minimizan el vértigo con el que se vive la televisión, argumentan que la sociedad cambió y que hay que darle lo que esta quiere y demanda, pero ¿No son los medios responsables de lo que la gente consume? ¿No son aquellos personajes que aparecen maquillados, esbeltos y bien vestidos los ejemplos a los que las masas siguen?
El medio sirve la mesa, coloca la vajilla, prepara los platos y la sociedad se sienta a comer. Obviamente, ésta es la que elige que vino va a beber y con que va a degustar su paladar mediático, pero dudo que alguien sea tan nublado de poder afirmar con seguridad que el jefe de la cocina no le hace recomendaciones y no coloca más cerca de su lugar la preparación que más desea ver consumir.
No importa que barra hay que trasgredir, que valores deben ser pisados. Los puntos que miden la audiencia gobiernan la T.V y así se organiza, y solo teniendo en cuenta esto nos ofrece su menú.
Las consecuencias no importan, las advertencias molestan y el que no se adapta sufre la indiferencia que genera una pantalla negra.
Marco Denevi supo hacer una reflexión del mundo del espectáculo y lo representó con su maravilloso cuento “El público siempre pide más”, espero que las cosas cambien a tiempo y más de uno se salve de terminar cargando un muerto en su brillosa y medible espalda.

4 de noviembre de 2011

rebote

En una balada de frustración me envuelvo en las sabanas que mantienen tu olor.; esta cama es la única parte que contiene tu color y esencia.
Las palabras se ahogan en una sudestada verbal, ahí cuando de un ruido bruto se disfraza la comunicación.
Abrazo la almohada que reparte tu shampoo al cuarto, generando una fiesta de recuerdo.
Sos el cumpleaños que nunca llega, el paso de fe que le falta a esta sociedad pos-moderna, esas promesas de cenizas, consumidas por el fuego y afligidas por un cuerpo que deja un alma golpeada y asmática.
Me desplomo sobre el colchón contemplando el techo, hundiéndome en la inercia del sentimiento.
Las mantas me rodean y acobijan, brindando un poco de cariño a este individuo padeciente.
Los párpados se besan en un eterno segundo y cuando se separan aparecés en mi techo, bailando como en una película silenciosa pero colorida, regalándome toda tu energía a medida que danzas al ritmo de alguna sonrisa.
Es imposible no quererte, sos el desvío de todos los caminos, la estación de todo destino, el final de la sed.
Me paro sobre la cama, erguido en voluntad y te analizo, deseando tu caricia.
Comienzo a saltar en el confortable firmamento sobre el que me suelo acostar, y siento la ley del rebote dominada por una suerte de cámara lenta, a medida que mi carne se sacude en un subibaja austero, que no me da suficiente impulso para alcanzar tu mano.
Nada es suficiente, las piernas no andan más y los saltos cesan, cuando lentamente te empezás a borrar, desdibujando tu marca en una pintura blanca y vacía.
Esta noche sigo atrás, mi mano no alcanza la tuya y el tiempo se niega a vivir.
¿No ves que te espero? ¿No notas la falta?
Lo claro se oscurece en este viaje virginal, lo ingenuo se corrompe a medida que te dormís en el reloj, dejándome pasar, negándote inconsciente a este dulce juego.