4 de noviembre de 2011

rebote

En una balada de frustración me envuelvo en las sabanas que mantienen tu olor.; esta cama es la única parte que contiene tu color y esencia.
Las palabras se ahogan en una sudestada verbal, ahí cuando de un ruido bruto se disfraza la comunicación.
Abrazo la almohada que reparte tu shampoo al cuarto, generando una fiesta de recuerdo.
Sos el cumpleaños que nunca llega, el paso de fe que le falta a esta sociedad pos-moderna, esas promesas de cenizas, consumidas por el fuego y afligidas por un cuerpo que deja un alma golpeada y asmática.
Me desplomo sobre el colchón contemplando el techo, hundiéndome en la inercia del sentimiento.
Las mantas me rodean y acobijan, brindando un poco de cariño a este individuo padeciente.
Los párpados se besan en un eterno segundo y cuando se separan aparecés en mi techo, bailando como en una película silenciosa pero colorida, regalándome toda tu energía a medida que danzas al ritmo de alguna sonrisa.
Es imposible no quererte, sos el desvío de todos los caminos, la estación de todo destino, el final de la sed.
Me paro sobre la cama, erguido en voluntad y te analizo, deseando tu caricia.
Comienzo a saltar en el confortable firmamento sobre el que me suelo acostar, y siento la ley del rebote dominada por una suerte de cámara lenta, a medida que mi carne se sacude en un subibaja austero, que no me da suficiente impulso para alcanzar tu mano.
Nada es suficiente, las piernas no andan más y los saltos cesan, cuando lentamente te empezás a borrar, desdibujando tu marca en una pintura blanca y vacía.
Esta noche sigo atrás, mi mano no alcanza la tuya y el tiempo se niega a vivir.
¿No ves que te espero? ¿No notas la falta?
Lo claro se oscurece en este viaje virginal, lo ingenuo se corrompe a medida que te dormís en el reloj, dejándome pasar, negándote inconsciente a este dulce juego.

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