12 de diciembre de 2010

la hamaca

Inmerso en las conversaciones y temas discutidos con las dos personas que me acompañan la caminata lunar toma un rumbo conocido y nostálgico, que, inconciente y ajeno, no noto.
Nuestros pies nos depositan en los límites de la pequeña plaza, que incontables veces recorrimos y hace tanto no pisamos.
Los tres nos miramos e internamente nos preguntamos lo mismo: ¿Cómo llegamos acá?
Nos sonreímos con silencio y avanzamos hacia la memoria.
Miro cada rincón redescubriendo sensaciones perdidas y me sorprendo con la proyección de imágenes que bombardean sonoramente mi mente.
Acaricio superficialmente el verde, pasando mis manos por sobre las plantas, rozando lo natural.
Entro en la superficie arenosa que mis pies desaprueban al sentir que las zapatillas se inundan de una arena rancia y antigua, disgustando la piel.
La razón se adormece al ver las hamacas en las que madrugadas olvidadas nos sentamos y confesamos lo profano, compartiendo lo profundo, siendo lo que éramos, con una libertad que solo se alcanza en un lugar adecuada con gente adecuada.
La memoria me sacuda la personalidad, pintándola con el pasado, el adolescente sentimiento de oveja camuflada de lobo.
Mis dedos abrazan las gastadas cadenas a medida que rodeo el juego con un triste gesto dibujado en mi boca muda.
La despintada madera me recibe con cansancio cuando siento mi carne en ella, reverberando lo perdido.
Con unos gramos de pícara emoción, sintiendo que rompo las reglas de la adultez al bajar al peldaño del pasado, comienzo a tomar impulso.
La velocidad aumenta, y para cuando enfoco la mente siento que estoy volando inerte en un espacio desfigurado y manchado de recuerdo y color.
Percibo una aburrida libertad que abandona momentáneamente las ataduras modernas entregándose al misticismo de lo mundano, simple y reconfortante.
El viento recibe a mi cara con una tranquilidad y frescura inexplicables.
Floto despreocupado, estimulado por el olvido, la desesperante represión mental que acompaña la responsabilidad.
Una dosis de relajación, sensación zen y espiritual me lleva a un estado llevadero, de entrega total, mientras juego a ser lo que era.
La agilidad aminora, el universo vuelve a ser visual y disgrafico, digno de los tiempos que transito.
Desciendo del vehiculo sensorial y voy en búsqueda de mis pares.
Al encontrarnos en el oxidado banco en el que solíamos sentarnos volvemos a mirarnos con la misma vitalidad y perspicacia con que años atrás lo hacíamos.
Sin decir una palabra emprendemos la vuelta al presente, ese cotidiano adulto equilibrio en el que tantas cosas del pasado se pierden con el diluvio.

8 de diciembre de 2010

bocanada inmoral

El rock corre por mis venas, fluye como agua en el río, emanando por cada celula y poro la esencia de este estilo de vida, de trabajo y camino.
Hace años ya que probé el agridulce gusto de la tan deseada fama, hecho que cambió el rumbo de mis días, la actitud de mi ser.
Las estrellas giraban en torno a mí, y el cósmico escenario planteado con cada ocaso se había convertido en mi patio de juegos.
Ya no solo se trataba de la música, de los acordes perfectos o de las letras personales, todo pasó a convertirse en una sola palabra: más.
Más éxitos, más cambios, más horas despierto, más actos de presencia, más sexo, más deterioro, más menos.
La vida se convirtió en una fiesta eterna, un recorrido inmoral y solitario, repleto de espejos de colores y polvos mágicos que confunden hasta el mas incorruptible.
La gente vitorea mi nombre, canta mis canciones, paga sueldos para verme tocar, teniendo el alma popular en mí poder, ese inconciente colectivo del que tanto hablaron, en la palma de mi mano.
Siento el mundo a mis pies, las mujeres en mis brazos, el dinero en mis bolsillos y la soberbia en mi centro rebalsando el ego.
Sin embargo el camino no pasa de ser una ilusión verbal, un concepto traicionero y caníbal que roe todo pensamiento lineal y sentimiento verdadero.
La carne se llena de lujuria, las personas son efímeras, la mente se gasta y Dios se retira, mirando hacia algún agujero donde tenga jurisdicción y la razón sea.
Me siento macizo pero estresado, como una roca que se va agrietando y teme partirse.
A pesar de la cantidad de gente que tengo alrededor estoy solo; todos me quieren pero ninguno me conoce, siendo el desconocido mas renombrado.
El personaje supero al ser, la idea a la práctica, el icono al individuo, sepultando un alma cansada e intoxicada, hastiada del paisaje.
El oro cae desde el cielo y los relojes se detienen, las noches parecen no terminar nunca y me veo inmerso en una longeva danza carente de luz en la que la oscuridad cubre lo bajo y animal del ambiente, silenciado el exceso.
Despierto ocasionalmente, sombrío y dependiente, actor de una realidad acomodada y un glamour idílico y falso.
Floto inconciente con el pensamiento vegetal del todo y la nada, callando el ansia del yo y ensuciado lo puro.
La vida es una cortina de humo, una laxa bocanada de un tiempo tornasolado y caprichoso que en el momento menos esperado, se acaba.

23 de noviembre de 2010

llegaste

El inmenso bosque en el que me encuentro no deja de sorprenderme con su extensión y clima, dueño de una atmosfera única, poseedor de una burbuja planetaria, generando así este mundo a parte, deshabitado y calmo, que me recibe calladamente.
Carente de color, el espacio se me presenta en grises imágenes, inmaculadas y estéticas, pero frías y solitarias, como una antigua película o una fotografía olvidada.
Me rodean miles de profundas raíces y edificaciones naturales, levantadas por una madre verde y ermitaña.
Los anoréxicos troncos flamean con el latido del viento, dando a conocer su fragilidad ante la tempestad.
Hacia arriba solo veo un manto de hojas que cubre el cielo, permitiendo que únicamente con sutileza y timidez escasos haces de luz penetren y alumbren de una tenue luminosidad todo lo bajo.
Mis pasos resuenan ante todo le silencio mudo del aire que parece ignorar completamente mi presencia.
Repleto de cansancio abandone mi antigua vida, mi altar moderno y hábitos soberbios en búsqueda de una calma total, distante lejanía que mi verbo profano tanto había callado.
Así llegue a este lugar secreto, bosque de tiempo y carencia.
Ajeno a todo emprendí el viaje hasta aquí, aquel cercano otoño en el que Dios cayó hostigado y sin respuesta ante unos hijos hastiados, envolviéndose en un bíblico basta.
No hay signos de una fauna existente, el agua esta ausente y también la razón, el día y deseo.
He tirado ya las mochilas del periodo mortal, desperdigando mis átomos por el camino recorrido hasta este punto, el eterno aquí y ahora.
El inconciente psicológico está cargado de alivio, una vez abrazado el fin, la vuelta al principio y el pasaje ganado por estos follajes soñados y campos pictográficos.
Sin embargo, a pesar de la nada sensitiva y mental que me contagian los árboles, sonrío cuando te recuerdo.
Mi cara vuelve a transmitir, revolviendo el sentimiento que atesora mi memoria.
Me acompañas hasta en el mero allá.
Te siento.
Una brisa me regala tu aroma y cierro los ojos para verte; viendo la belleza que me brindaste vuelvo a caer en los efectos de tu droga, sos una adicción indómita, una ligadura al alma.
Lentamente escucho el roce de las hojas que se acarician con fraternidad.
El bosque se impregna de un coro de suspiros divinos.
Lo sigo transitando en búsqueda de nuestro reencuentro, pensando en la olvidada última vez.
Finalmente la luz se intensifica y pausadamente te vas enfocando en un halo enceguecedor.
La felicidad se entrelaza con la tan deseada paz.
Llegaste.

14 de noviembre de 2010

la siesta

Luego de una madrugada insomne, y una jornada laboral matutina que negó cualquier posibilidad de cerrar los pesados parpados por más de cinco segundos, atravieso las calles de la desordenada ciudad en un colectivo atestado de humanidad, vorágine y temperatura.
La gente viaja en sus asuntos y escapes, jóvenes que leen, señoras repletas de rechinantes bolsas, plásticas veteranas buscadoras de atención, centenarios e infantes, un adolescente que escuchas “música” en su celular, sin auriculares obviamente, brindando a los pasajeros un conciertos de acordes pobres y ruido polifónico.
Es un caos individual y conjunto; el impas del transporte publico.
Al abandonarlo arranca la eterna distancia de esas tres cuadras que separan mi hangar de la parada.
Las piernas, quejosas y endurecidas, vociferan insultos contra las imperfecciones que el gris pavimento aporta al cansancio existentes y adormecidos músculos.
La razón esta atontada y analiza la filosofía natural de un mundo injusto, decepcionantes y juzgador, un valle de lagrimas divino y hostigado.
Finalmente abro la puerta que me recibe con silencio, brindando un aura de calma que reverbera cuando vocifero en un éxtasis susurrante: -llegue
Sin siquiera mirar mí alrededor me desvisto en un impúdico segundo y caigo, derrotado en la victoria, sobre la confortable cama que abraza mi cuerpo invitándolo a un atractivo sueño.
Viajo en trance por un camino disgrafico generado por la inconciencia de la vida.
Desorientado vuelvo lentamente a una desenfocada realidad.
La boca, sequísima, se empasta en un líquido pedido a medida que las pupilas sitúan mi ser.
El cuerpo es un yunque, cuesta moverme y cada célula parece ofendida, negándose a trasladarme.
Logro sentarme contra la cabecera y mi mente, decepcionada, comprueba que el reloj marca las siete.
El sol se esta escondiendo tras su adiós llevándose consigo gran parte de la luminosidad, dejando mi cuarto en un oscuro atardecer.
El sueño de la tarde nunca es bueno, el cuerpo no termina de relajarse incapaz de alcanzar un descanso tan claro y total como el de la noche.
El cabeza queda frágil, confuso y reprochante, se enoja cuando lo animal cede a la tentación de una culposa siesta.
Por más que dure apenas un par de horas se siente como perder el día, regalando momentos irrecuperables, perdidos.
Uno se pone de mal humor por el conjunto de consecuencias sensoriales que genera el acostarse con el sol y retornar en un despertar eclipsado y carente, que solamente una siesta sabe situar.

8 de noviembre de 2010

el abrazo

Los cuerpos, previamente separados por meridianos sentimentales y construcciones inertes, se van aproximando lenta y continuamente, temerosos a algún movimiento brusco, un riesgo o demostración demasiado veloz que cause una impresión, o reacción, carente.
Un remolino emocional irrumpe en los interiores batiendo todo camuflaje y mascara, demoliendo los muros que habían levantado para no verse, tocarse ni olerse.
La distancia se acorta y los dos pares de ojos, hipnotizados por el puro cariño no se pierden de vista, focalizando únicamente la esencia del otro, lo profundo.
El corazón de el, inverbe y atontado, late con una energía olvidada, bombeando litros y litros de memoria.
El de ella, tímido pero seguro, se asesora por su abogado, la mente; órgano mucho mas frío y objetivo que le aconseja ir despacio, con calma y protección, sin exponerse a posibles dolores que hostiguen a su cliente.
El sonido se apaga, ninguno de los dos oye nada, los oídos, expectantes por la resolución, amorzadan a los tímpanos; no quieren distraerse con nada y acuden así a una naturaleza muerta, ajena a todo ruido animal.
La marcha se interrumpe al encontrarse divididos por tan solo sentimientos.
Ambos erguidos sobre su altura y orgullo, mirándose fijo, estudiándose, conociéndose como alguna vez lo hicieron.
Las manos de ella rozan las de el, avivando un cosquilleo perdido y tierno, fresco y absoluto.
Se acercan, se entrelazan y finalmente, se abrazan.
Sus cuerpos se convierten en uno bailando al compás de un ritmo invisible y una calma evolutiva.
El ambiente se carga de colores, llenándose de sublimes pinceladas de celeste, rosado y blanco, que se mezclan levantando enlaces derrumbados.
Las manos aprietan mutuamente sus hombros y cinturas, intentando fundirse en el interior de uno, generando aquellos cimientos que habían diseñado, allá atrás, cuando la juventud rebalsaba y el amor lo podía todo.
La demostración de cariño es total.
Se entregan al tacto, a la mezcla y al pasado, deteniéndose el tiempo en un sospechoso paréntesis universal, un lugar y momento de infinito éxtasis, generado por ese incondicional abrazo.

4 de noviembre de 2010

la culpa

Aun cuando el tiempo me golpeaba y los hechos me refutaban, siempre me mantuve en mi moral postura, galardonando mi dogma, afirmando la única realidad visible pero raramente alcanzable: la verdad.
Sin embargo con agridulce sabor noto que por el contrario la mayoría de aquellos que me rodean carecen de mi estúpida y heroica filosofía, que tantos dolores de cabeza y tan pocas satisfacciones me ha traído.
Te veo y se confirman mis hipótesis: hay un arte oculto, callado y mortífero, que pocos practican, menos dominan y ninguno acepta con completa libertad: la culpa.
Con el pasar de los años te fuiste instruyendo y aplicando en esta traicionera disciplina, transgiversando mi carne e implantando la duda en las normativas sociales y personales en las que mi ínfima persona se basaba (o basa?)
En tu rapsodia eras (y sos) la mejor, y nadie siquiera osaba corromper la psicología de tu circense verbo.
Las situaciones viraban a tu deseo, decorando las líneas con evasivas gesticulaciones y temporales lagrimas que emergían de esos enamoradizos ojos esperando recoger los frutos de la cosecha, la culposa ganancia de la culpa.
Y a pesar de que eras conciente de tu práctica, de tu don, como todo en tu visión, tenia 2 dictamines, 2 matices.
Inconcientemente conciente sufrías el beneficio que tu reverberada palabra generaba entre mortales.
Logras lo que queres torciendo la realidad, ganándole la pulseada a la razón y carcomiendo sentimientos ajenos.
Se nota en tu mirada que no hay maldad detrás de tu alma, simplemente inmadurez, utopia y capricho.
Una simple persona, astuta y convincente, que al mojarse bajo la lluvia, hace sentir culpable al cielo.

28 de septiembre de 2010

sueño inducido

Estoy volando en un cielo violáceo y fresco que duerme mis mejillas con inconcientes ventiscas que nacen y mueren antes de poder resoplar.
Mis ojos, cansinos y entreabiertos, vislumbran las trangiversadas creaciones de un Dios divino y culpable, silencioso pero artista.
Planeo en cámara lenta y avanzo despacio, emanando relajación y tranquilidad por el cósmico paseo.
Aparecen en escena animales no descubiertos, gigantes azulados y nubes suicidas, que en el momento en que mi distorsionada mano siquiera las rozan acaban con su vida desapareciendo en el aire, desintegrando su algodón.
Al lado mío flotan aves hermosas, repletas de colores brillosos y matices eclécticos, que flamean con un estilo y calma digna de admirar.
Sus plumíferas alas se pavonean con una gracia inexplicable y su mirada, clara y entera reconforta mi interior.
Avanzo casi sin darme cuenta, dejando atrás una vida de excesos y carencias.
Las luces repentinamente comienzan a titilar, entrando en un compás frenético que dilata y contrae mis enloquecidas pupilas que no toleran los sintéticos cambios de iluminación y planifican, cómplices, estallar; las escucho tramándolo pero poco importa ya que el vuelo es total.
Miro mi piel y me encuentro repleto de rombos, blancos y negros que recubren mi exterior, dibujándose en mi cuerpo como impresiones sobre una blanca hoja, ajena al color y roce.
Alto, subo más alto mientras las sombras ocultan aquello que voy dejando abajo, y acordes de alguna canción irradian de cánticos y rock el paseo alado.
Aparecen delante mío, como si fuera una proyección antigua, fotografías en gamas grises de rostros, personas que levemente reconozco con mi narcótica memoria, entrelazados por mensajes en letras grande y finas, que me divierten con el contraste que las mismas encuentran con el fondo: AMOR, ARTE, ÉXTASIS, SEXO, PUENTE, CAOS, BOCA, POLVO, NADA, CUERDA, TODO, BASTA, MÁS.
Mi cabeza se mueve con la métrica de la música aunque no soy yo el que controla los rítmicos desplazamientos del desobediente cráneo.
No puedo descifrar si esto es un sueño o una inducida alucinación, solamente sé lo que alguna vez supe.
La oscuridad es cada vez más plena y un poco de paranoia emerge en mis vejadas venas, que la ven crecer y desarrollarse como si se tratase de un virus rebelde y malicioso
¿Y si es un virus incurable y malicioso? ¿Qué pasa si la paranoia no se marcha y me enferma? ¿Qué pasa si alguien me lastima? ¿La paranoia puede matarme?
Empiezo a dejar de disfrutar la vuelta por este universo comatoso, mi rostro se humedece por los nervios y mis órganos se anudan en mi panza, indicándome malos presentimientos.
Estéticas burbujas florecen en el espacio, rápidamente me rodean y con la misma velocidad, se despiden explotando sonoramente, bombardeando la galaxia de caos y preocupación, estallan inescrupulosamente incendiando todo.
La locura crece cuando aparecen una especie de espectros que portan mantos negros; se me acercan y susurran al oído sicóticas palabras, llenándome de temor.
No me tocan pero su simple roce congela mis arterias, que transportan lenta y gélidamente mi enfriado combustible.
Montañas de hielo aparecen en el horizonte, seguidas por una tajante nieve y escarcha que bajan la temperatura a lugares donde Celcius carece de medición.
Los entes se sonríen, carentes de rostros, al sentir como la oscuridad se agiganta.
Se marchan murmurando en lenguas desconocidas y en el camino brotan pálidos globos de un violeta fúnebre, y allí abajo logro distinguir tumbas, cruces de un gris añejo, devotas a algún Dios que aquí claramente no tiene jurisdicción.
Presiento que el trayecto va llegando a su fin, y me invade un sentimiento de nostalgia, pues no deseo abandonar algo tan perturbadoramente bello, no quiero terminar de morir.
La opacidad se disipa y es reemplazada con una luminosidad dinámica, que sube vertiginosamente su voltaje, imposibilitando un enfoque digno.
Me despido de mi pasado, de la vida perdida entre los escombros de mi memoria y del universo transitado, cuando un claro resplandor finaliza mi conciencia.
Muy lejos de allí, en una medicinal blanca cama, mis ojos se abren lentamente para vislumbran mi cuerpo repleto de tubos y cables.
Y a pesar de que me encuentro bastante atontado logro reconocer las caras de las personas que me rodean, aquellas que estaban en las fotografías proyectadas en el dulce coma, que supe abandonar.

21 de septiembre de 2010

la amiga diferente

Desde chiquito supe que algo en vos no era normal, no estaba “bien”.
Siempre te llevaste mejor con las mujeres y al pasar los años generaste cierta repugnancia al sexo contrario y una dual visión hacia tus iguales, que con su pelo largo y sedoso y curvilíneas figuras perturbaban tu moral, sacudiendo el catolicismo mental y bombeando con interés una pervertida sangre adolescente.
Sin embargo siempre tuviste novios, nunca te animaste a dar el paso y abrir la puerta del tan conocido closet, que en tu caso era una bóveda sellada, un cuarto desdibujado sin puerta ni ventana, una vibrante bocanada reprimida en algún lugar del cuerpo.
También se fueron manifestando signos de un virtual placer al resultar lastimada, y no me refiero herida a nivel emotivo, sino a dulces golpes físicos, al principio involuntarios y normales, lecciones de la vida, convirtiéndose al pasar los años en impúdicos roces y atractivos flagelos.
Es inevitable sufrir cuando uno carga un lésbico sentimiento que se resguarda en un camuflaje, y la verdad que ese era el único dolor que tu masoquista cuerpo no disfrutaba.
Y dejando las apariencias de lado, poco a poco fue saliendo a luz esa inmoralidad que escondías y que solamente los que mas te conocíamos sospechábamos.
Repleta de alcohol comenzaste a salir más y a intercambiar saliva con bellas mujeres, siempre exuberantes, con las que te mecías en la directa e inconfundible danza del deseo sexual.
Al pasarse el efecto de lo ingerido adjudicabas la culpa al alcohol, y te avergonzabas de los episodios mostrados, pero por dentro tu sentimiento iba sonriendo, sintiendo suavemente, como la metamorfosis era inminente, y tu atrevida pasión saldría a flote, cantando victoria como los discos de lady gaga que siempre escuchabas, compenetrándote con una cantante que expresaba lo que vos sentías, y a la que también deseabas.
De repente viniste a mí, compungida y sollozante, a contarme que habías hecho algo terrible, algo inadmisible y atemorizante: te habías acostado con una mujer.
Nadando por el río de lágrimas me narraste los detalles del acto con esa morocha que tanto te calentó, buscó y tenazmente, encontró.
Había sido áspera pero dulce, como vos lo imaginabas y mejor aun, y eso era precisamente lo que temías y odiabas, la verdadera causa de tanta tristeza y preocupación era que realmente eras lesbiana.
Te consolé, te abrace y te dije que lo sabia hace tiempo, que me había dado cuenta desde púberes memorias, y tiempos inocentes.
Los meses pasaron, los años se esfumaron y cuando me hayo escribiendo este mail que probablemente nunca entregare, me doy cuenta del tiempo perdido.
Vos conociste a un publicista culto y encantador, que con su confianza y velocidad te domó y adiestró a una vida completamente modelo, convirtiéndote en una típica ama de casa.
Tenias 2 hijos, eras amiga de las otras madres del country, hacías tenis y yoga, ibas de compras y le hacías el amor a tu marido varias veces por semana aunque de manera mecánica y aburridamente común, nunca con el frenesí que aquella morocha había desatado en tu armoniosa carne con esas liberadoras palmadas e inmorales azotes.
Cada tanto nos hablamos, nos mandamos mails para las fiestas y cumpleaños, y ocasionalmente nos cruzamos en algún café o reunión anticipadamente planeada.
Nuestra amistad se hilvano, empujados por la vida nos descubrimos en caminos diferentes y nunca más hablamos de aquella grisácea tarde en la que me confesaste tu secreto.
Siempre voy a guardar este texto, expectante en alguna parte de mi notebook, atento a cualquier indecente noticia tuya que invada mi mail con novedades y comentarios.
Te lo voy a regalar el día que abras la puerta y salgas al libertinaje sexual que solo esa concupiscente morocha pudo desatar.

24 de agosto de 2010

la revancha

Estoy cansado de que me lleven al hastío, de que presionen mi ego, agitándolo y torciéndolo, buscando sin sentido una reacción animal de mi carne.
Mi interior, siempre bastante blanco, se va llenando de ira a medida que el silencio sigue siendo cortado por tus nefastas palabras, que sin darte cuenta (o sabiéndolo?) vociferás, ofuscándome.
Desvanecete, andate como siempre hiciste cuando las cosas se complicaron.
No sos más que el humo de un cigarrillo, la sal del mar o el acorde de alguna olvidable canción que escuchaste en un bar al que nunca volverás.
Despertás sentimientos ocultos, callados, que no quieren amanecer y lucho por mantener en sueños lejanos, secretos y pálidos.
Empujás el limite, que palabra a palabra vas desdibujando con tu verbo y sonido, inquietando la frágil calma que tanta psicología me lleva conseguir.
Mantenés una discusión en la cual no quiero participar, y poco a poco comienzo a pensar y mirar hacia mí, reencontrándome con los hechos, el pasado y lo básico.
Odio la dualidad de mi esencia, queriéndote a pesar del mal que has hecho, soportando tu abandónico ser y necesitando, a pesar de todo, tu ausente compañía.
Tus pasos son como notas de alguna trágica sinfonía de Beethoven, que anticipan el final de tu arte, anticipando tu nueva ida, despreocupado, dejando mi centro herido y oscuro.
Basta de recuerdos e idealizaciones, tengo que dejar de subirte a un lugar que vos deshaces y no te interesa pisar jamás.
Tengo que asimilar tus carencias, tus faltas, tu simpleza.
Seguís presionando y la ira no se desvanece, a la sangre empieza a gustarle que vociferes tus imprudentes reproches, ya casi disfruta que empujes mi razón al borde, le gusta planear la consecuencia.
A medida que sigo pensando y tu incesante balbuceo no frena, visualizo en mi interior como la insania y la dulce reacción vendan los ojos de la prudencia, la razón y la calma, que no luchan y permiten, permaneciendo expectantes a la resolución.
El mapa se torna rojo y la violencia me invade, desperdigándote por el ambiente, cuando satisfactoriamente, me vengo.

16 de agosto de 2010

el globo

Comienzo a sentir, a medida que mi madre aprieta sus labios contra mi apertura, traspasando su aire a mi vientre que poco a poco se va hinchando como por arte de magia.
Engordo en segundos y finalmente remueve su boca para dar lugar a sus calidos dedos que me agarran el extremo amarrándolo dulcemente, protegiéndome de flaquezas y prolongándome una vida larga y colorida.
Finaliza el parto y me ata una cuerda blanca y brillota, mientras siento que me agarra un niño, seguramente mi hermano.
El muchacho me mira, divertido con mi azul intenso y me sujeta la cabeza, pasando sus manitas por la misma, permitiéndome hablar, pero solamente genero afónicos ruidos que molesta a mamá. A nadie le gusta mi voz, siendo preferible callarme pues no quiero que me pinchen.
Las horas se sienten eternas y mi hermano me lleva al verde jardín, mostrándome la tempestad natural que azota al cielo que con fuertes vientos intenta arrancarme de su lado, vientos capaces de hacer volar hasta al niño.
Me maravillo con los matices violáceos que cierto artista pintó en el cielo, que solamente son interrumpidos cuando algún indómito rayo irrumpe la pintura con brillo y blanco.
La corriente impactando en mi cuerpo me brinda una sensación única, a medida que voy sintiendo como mi hermano va soltando de a poco el piolín que nos une la carne.
El pobre se esta quedando dormido y su cansina mano resbala la soguita que ya no puede sujetarme, y antes de poder despedirme me veo volando al vértigo, manejado por un invisible conductor que me guía hacia el destino.
Todo mi plástico se preocupa cuando empiezan a caer las primeras gotas que al colisionarme causan gran dolor, generando una inevitable caída y cambio de dirección, acercándome velozmente a la copa de sádicos árboles cuyas hojas abandonar al ocultarse el verano, dejando al descubierto sus finos huesos.
Viajo hasta el final, mientras siento la fuerza empujándome hacia el ayer, dictaminando mi futuro, jugando con mi azar.
Mi azul se empalidece cuando toca las primeras ramitas, que me lastiman y rasgan, cortajeando mi frágil cubierta.
Voy frenando mi velocidad, apoyándome lentamente en una tímida esquina, mientras las ramas se ríen y el árbol se despereza.
Finalmente descanso, inmóvil y extático sobre un leve relieve, que termina de desgarrarme y en un adiós, exploto.

11 de agosto de 2010

la gargola

Contemplo las estrechas paredes que me rodean y funden al oscuro ambiente en el que me veo inmerso desde hace mucho relojes rotos y caducados.
Me encuentro en uno de los vencidos rincones, volando mentalmente, imaginando sentir.
La caja que me resguarda, a pesar de ser de concreto parece más frágil que nunca, y ya casi es parte de mi anatomía.
Los barrotes son como mis huesos, sólidos pero oxidados, habiendo soportado demasiada tempestad gritan por una pausa, y la tenuidad de la celda es idéntica a la de mi interior.
El silencio es sonoro y solamente es interrumpido cuando otro compañero vocifera algo, perturbando la laxidad de la madrugada.
En una de las paredes veo dibujados miles y miles de palitos blancos, hecho con alguna piedra o agotada tiza, representando cada uno un día de parálisis liberal.
Siempre me pareció mas que acertada aquella imagen, por mas que este trillada en películas o cuentos.
Ese palito ínfimo, anoréxico, solitario y cansino representa un día con una perfección que asusta a las horas.
La libertad me soltó la mano hace demasiado, y ya no recuerdo tenerla ni en las neurona, ya no tiene sabor ni olor, es tan solo un nombre, un concepto.
La memoria no tiene huellas y mi identidad tampoco.
Siento que estoy aquí echado mirando mi aire pasar como en una película muda, vieja, develada.
No distingo colores, todo me sabe a nada y hasta el verbo se ha agotado de la imprudencia que despilfarra el lugar.
Me siento azul y me veo gris, opaco y perlado; mi cuerpo ya es una pieza mas de la cárcel, no desentona ni brilla, permanece exactamente donde lo colocaron, aquel día que mi carne perdió su religión.
Soy una estatua que adorna con sus poses, respiración y espacio.
El tiempo no pasa, se divierte estancándose en una pausa que asesina mis agujas, sulfatando el reloj y las venas.
Ya no reconozco la esperanza y la vida parece algo perdido, escurridiza, oculta y conceptual.
La mente se suma al castigo y mi ser lo padece, profanando mis vacíos sueños y helando mi transparente sangre.
Aquí estaré hasta que mis días se aburran y el centro decida apagarse acabando con tanta carencia, silencio y gris.

10 de agosto de 2010

niñez inquebrantable

Aparece en escena como si se tratase de alguno de sus programas o películas favoritos, cantando en lenguas ocultas, regalando una sonrisa y abriendo sus brazos como si quisiera donarte un abrazo.
Su inocencia absoluta se nota en cada gesto, parte y faceta, abriendo al publico una pureza en esencia que tardara años en mancharse.
Se sienta, hasta la comida es una excusa para jugar, disfrutando lo cotidiano y casual, emana sabiduría a aquellos con mas conciencia.
Se cae, se levanta y sigue, nada lo detiene ni perturba, y alegra hasta el rincón mas oscuro con tanta risa.
Rápido, miralo, analiza como se mueve y charla con la perra, que la mira con una inteligencia cósmica a medida que sigue contándole los secretos.
Su sinceridad abruma, no tiene tiempo para engañar o persuadir, no puede.
Me ve sentado y se acerca, con ese divertido paso tambaleante, iluminando hasta sus ojos y me abraza con un sentido que difícilmente otra persona me brinde.
Dale, sostenelo, a pesar de la confianza que aparenta es frágil, sin que se lo pidas te da la mano para dar un paseo en el que vera cosas que ojos adultos no pueden enfocar y adornar.
Finalmente termina su día, cansado como si hubiese caminado mil kilómetros, hecho un bollito en su cama, repleto de osos, dibujos y juguetes, brindándonos una lección sobre la esencia de la vida, el color de la misma.

5 de julio de 2010

epocas modernas

Por estos días previos y posteriores a un cumpleaños, momentos en los cuales uno no solo piensa en todo lo que le ha sucedido en los 365 días que se han escurrido, se ha instalado en esta inabarcable cabeza la simple idea del paso del tiempo, de lo que realmente han significado estos últimos meses en mi vida y por sobretodo, los cambios esenciales que han transcurrido desde que reviso, allá atrás, al cumpleaños del año que se despide.
Me he dado cuenta que la adolescencia traía una simple felicidad, compleja pero risueña que adelgazaba la mente al permitirle no preocuparse.
Analizo mi estado actual, y el pasado. Los comparo, los peso, los toco.
Con el pasar de los calendarios me vuelvo más frágil.
Ahora realmente siento las cosas y cuando la gente que me importa hace algo que no me sienta bien la herida es mas profunda, y tarda mas en sanar, y muy pocas veces cicatriza por completo.
Desde que finalizo la etapa escolar y todos nos despedimos en aquella emotiva ceremonia de diplomas, las palabras de “que esto no se corte acá” y “va a seguir todo igual” parecen haber sido voladas el viento, o sencillamente el tiempo las ha borrado por completo de la memoria colectiva.
Se afirma que las amistades no eran lo que aparentaban sino que en su esencia eran temporales, convenientes y frívolas, a pesar de que no las veía así.
Los verdaderos amigos ahora se cuentan con los dedos de una cansina mano, y con suerte, tal vez con las dos, y esto realmente decepciona.
Las semanas ya no se tratan de planear los viernes y sábados, y a que fiestas ir, o con quien uno debe ser visto, sino que están cargadas de tareas, responsabilidades y aterradora libertad.
Las decisiones que tomo ya no son minúsculas y remediables, sino que se han transformado en juicios trascendentales que definen una o muchísimas cosas, y nuestro estado pendula en ellas, en vez de las del resto.
El rebaño ya se disipo y no puedo esconderme mas entre la multitud cuando la cabeza requiere descanso o me mande una cagada que no conviene revelar.
Aparecen necesidades, desconocidas en épocas ya lejanas, que urgen por satisfacerse, y realmente requisito desahogarme de vez en cuando, tener a alguien sobre quien apoyarme, ser escuchado cuando la garganta explota y encontrar un espacio tranquilo y pacifico; mientras que antes simplemente buscaba estar bien con la gente que me rodeaba, pues mi conformidad se reflejaba en ello, ahora busco estar bien yo y cuesta mas divertirse y divertir al resto.
De la mano del reloj viene cierta sabiduría que se refleja en cambios, en dictámenes, en uno y su mundo.
Al ver como las cosas se “desmoronan”, como las amistades no eran amistades, encontrarte desdichado en la facultad a la que vas y notar que el contenido de la carrera que elegiste estudiar no tiene nada que ver con lo que vos pensabas, llegar cansado a tu casa y verte desganado e insatisfecho, y cuando realmente te pones a recordar como antes al visualizarte en 10 años tenias todo resuelto y ahora hay un gran espacio en blanco que desespera por llenar, y las preocupaciones aparecen con la simple y cotidiana pregunta que: “que pasa si hago esto?”, al sentir todo esto que en mi adolescente cuerpo no sentía, se empiezan a disfrutar mas las cosas sencillas, simples, que antes estaban y ahora escasean, y cuando se llevan a cabo le agrandan a uno el corazón.
Siento mas los cafecitos con un amigo, las caricias, los paseos con caras conocidas, los mensajitos cariñosos, ver que la persona al lado mío disfruta mi compañía, las películas de los sábados a la noche en mi cuarto rodeado de gente que quiero o simplemente levantarme de buen humor, optimista, abrir mi atrancada y oscura ventana y convencerme de que este va a ser un buen día.
No voy a negarlo, por momentos extraño mi antiguo yo, despreocupado, arrogante e inconcientemente feliz, pero al ser mas grande veo las cosas de manera diferentes, absorbo mi alrededor y siento, sintiendo, el imperioso deseo de ser existencialmente feliz.

20 de junio de 2010

poder decir adios es crecer

26 de mayo de 2010

inconciente adolescente

siento que esa inconciente felicidad, esa inmadura alegria que abundaba en mi vida se acabo.
Los cambios de rubro, horario, relaciones, estilos y vida han demolido los pilares que construia para soportar el equilibrio buscado y tan deseado.
Solo quedan las ruinas de aquellas ideas, escombros de las columnas que mi inconciente adolescente no supo soldar...

16 de abril de 2010

tiempo

El tiempo se escurre en mi vida, pasa sin ser percibido, se esfuma, desaparece en el caos del día, se lo roban.
Los relojes se mueven, marcan su pulso en silencio y se llevan las horas que tengo, mis minutos, mis momentos.
Los cuerpos transitan, los colores cambian, la vida rota, y sin darse cuenta, pasa.
La conciencia habita despreocupada, hace y deshace a su gusto, sin detenerse a pensar en el tiempo, ese determinante aspecto que no se puede modificar, ese controlador absoluto que con sus reglas marca los comienzos e, inevitablemente, los finales.
El tiempo no frena, sigue, sin nunca pensar, en cuanto daña.

15 de abril de 2010

jamas me entendiste
y no lo pretendo

1 de marzo de 2010

espacio

la verdad me siento raro
acabo de terminar de desarmar absolutamente TODO en mi cuarto y de sacarlo del mismo. repisa, fotos, tv, espejos, cuadros, biblioteca, cama, todo.
mañana empiezo a pintarlo y a cambiar algunas cosas del mismo, y para hacer eso tuve que poner todo lo que habitaba el mismo en el living. y a medida que lo hacia, me fui encontrando con fotos, papelitos y cartas que me has dado o hecho, y cuando veia alguna de estas 3 cosas, las ponia en una de las esquinas de mi cuarto, que rapidamente se fue llenando; y recien, al terminar de vaciarlo completamente, me sente en el medio del mismo, vi las paredes vacias, los pisos amplios, y me encontre solo, con todas esas cosas que alguna vez me diste e hiciste, y me senti vacio.
me senti como mi cuarto.
senti como si antes hubiese sido un espacio lleno de cosas, de muebles, sentimientos, espejos, secretos, acciones, y de repente me hubiesen vaciado, hasta quedarme en blanco, siendo lo que es en este momento mi cuarto, lo que soy yo: un espacio que espera ser llenado.
y a pesar de que necesitaba este cambio, y que yo lo busque, ahora que veo mi cuarto vacio, y me conecto con el, y siento como el, me arrepiento.
habre hecho mal?
en mi pecho se siente el mismo eco que estas paredes reciben cuando digo alguna palabra para no sentirme tan solo, encerrado en mi mismo, en estos cuatro muros que recubren mi esencia.
todavia no entiendo que paso; como se acabaron las ganas de buscar una solucion; como la resignacion fue absoluta.
el silencio es abrumador, y solo lo corta mi mente, que al seguir viendo tus palabras, tus dibujitos, las fotos, piensa, llora y extraña, todo ese tiempo en el que el espacio entre nosotros era nulo, en el que mi cuarto tenia color, en el que mi centro estaba lleno.

7 de febrero de 2010

deseo

Deseo fervorosamente encontrarte, sencillamente abrir mi ventana y descubrirte sentada en tus pensamientos, emanando gracia en mi verde jardín, al cual con tu tono empíreo elevás hasta donde lo bíblico es real, lo soñado cotidiano.
Fantaseo con tu materia, tus ojos besándome mientras tu amor me mira.
El rayo de sol te aclara, a medida que una grisácea ventisca revuelve tus cimientos, haciéndote mágicamente sonreir con la mirada.
Mi mente esta paseando por las imágenes, responde por básico instinto, pero no se halla, simplemente surca con tus llanos recuerdos.
Tonta, no razona y desprotege el pecho, su interior, su organo esencial, y comanda las órdenes que el cuerpo animal obedece imperiosamente.
Mi espíritu se impacienta a medida que las cerraduras de la ventana se abren como nudos desatados, naciendo una rendija de luz, un espacio claro, que crece apocado.
La mente carece de espera y mis manos abren raudamente en su totalidad la lumbrera.
El corazón se emociona, lo siento latir con agria esperanza, sonrie.
La vista se agudiza y se desvía, se confunde al no verte en el pasto, en la silla, en el aire que toco.
La mente no comprende y se corrompe en la resolucion, en el vacio.
Se pierde
El corazon ya no sonrie, emite pequeñas lagrimas, y en silencio, al no tenerte, se apaga.

31 de enero de 2010

balbuceos

la felicidad es un momento, un instante, una sensación, un pensamiento, una pantalla, una creencia, una incredulidad, un estado.
la felicidad es el cuerpo, es la carne, es el instinto, es lo bajo.
la felicidad lo es todo.
la felicidad no es nada...

alado

miro hacia mis hombros
percibiendo lo moderno
mientras se extienden a lo largo
cargadas de seguridad.
mi interior esta envuelto
en un manto de hastío,
mis alas lo comprenden
y acatan y comparten
y justo cuando miro
justo cuando pienso
se lanzan a la nada
en un vuelo, perfecto.

10 de enero de 2010

plegaria

El calor es absoluto, mis poros parecen tapados por un manto invisible que les impide respirar y convierte mi cuerpo a un estado recalentado, necesitado de viento que lo despeje y refresque, algo que lo aireé. Del frío no hay ni rastro y hasta los grillos se suicidan ante las agobiantes temperaturas que la deidad nos brinda, el silencio del verano es total y el estrellado cielo quita cualquier esperanza de una revitalizante lluvia. Completamente sofocado siento el sudor que emerge y cae por mi frente, y cierro los ojos rogando a alguna fuerza divina que nos regale algunas gotas.
De repente el cielo se cubre de un intenso tono violáceo y suenan poderosos relámpagos que traen la esperada tormenta.
El temporal suena contra el suelo, y rápidamente el ambiente se humedece, se moja, y sin darme cuenta, se inunda. El agua cae del enfadado firmamento en cantidades abismales, litros y litros atestan el suelo, subiendo el nivel de la misma, cubriendo el piso, los pastos, la galería.
Me envuelve hasta el pecho en cuestión de segundos y comienzo a inquietarme al percibir que el agua no cesa, y pierdo de vista la mesa, las sillas, al mismo tiempo que comienzo a flotar en el torrentoso río que se ha formado en mi jardín.
Acaricio las rojizas tejas que recubren el techo de mi casa y observo que el agua sumerge todo hasta el horizonte, limite de mi mundana visión.
El verano parece haber desaparecido entre tanto líquido, y mi cuerpo comienza a temblar a medida que su temperatura desciende hasta la del agua que lo rodea, que lo moja, que lo cubre. La misma sigue avanzando y pierdo de vista cualquier techo, hasta las copas de los árboles desaparecen ante semejante tempestad.
Harto de los reclamos de la gente, la fuerza natural que controla el destino y comunmente llamamos dios satisface los reclamos de humedad y frío, y divertido observa la desesperación de las personas que minutos antes lo maldecían por semejante ola de calor.
Se levanta ante mis ojos un océano, un mar que deja atrás el suelo que conocíamos y las cosas tal y como las veíamos, una masa de agua natural, una respuesta a los rezos que tontamente realicé.